Blogia
Amanciero soy

Amancierosoy

Amada llegó a 100 y sigue

Amada llegó a 100 y sigue

Dotada del magisterio que le dio la naturaleza,  Amada  Luisa Fandiño  Castañeda, desanda los días y noches de sus bien llevados 100 años de vida, desgranando lecciones de dignidad, humildad y mucha honestidad.
Con increíble lucidez recuerda sus nacimiento allá en el norteño Manatí,  de su tránsito por la geografía de Guáimaro y el antiguo central Elia; hasta que sus padres,  con su única hermana y ella,  se asentaron definitivamente en el actual Amancio.
Amadita, como suelen llamarla sus familiares y  más cercanas amistades, conoció poco de escuelas y estudios en sus primeros años de vida, sólo llegó al 5to grado. “El lava’o y plancha’o para la calle sustituyeron  en gran medida  lápices y libros”
Me cuenta que de su matrimonio con Francisco Berroa le nacieron dos hijos; que viajó a Santiago de Cuba en 1938 y en el 1940, y que regresó a este terruño donde cada día se hacen más fuertes sus raíces.
Amada tiene el mérito de haber sido la primera mujer en ingresar en la Casa de los Abuelos, “donde fui bien recibida y soy muy querida, una muestra de ello es la cantidad de abuelitos que usted ve acompañándome en este momento”
Atribuye su longevidad al gusto por los caldos, al hábito de caminar, bailar, de degustar buenas y bien cocinadas comidas, desde luego “punteaditas de sal”. Nunca fumó y la bebida alcohólica no estuvo en sus preferencias, mientras que el baile siempre lo disfrutó.
Con profusa alegría, rodeada de insuperables muestras de cariño, mimada por familiares y un nutrido grupo de los abuelitos que la acompañan en la Casa de Abuelos, Amada Luisa Fandiño Castañeda, se levanta con lentitud, me  guiña un ojo y comienza a bailar la música que inunda su cumpleaños número 100.

¿Oficio?: ¡embalsamadora!

¿Oficio?: ¡embalsamadora!

Es una negra alta que bien disimula la edad, de cuerpo donde  pronunciadas curvas denuncian la complicidad de sus orígenes  caribeños. Al minuto de conversación con esta mujer de “armas tomar”, adviertes que la entereza marca sus dominios y la humildad su brújula conductual.
Tal vez sea de las pocas o únicas personas que llegaron, por oposición,  a un oficio, donde la muerte juega en las manos y el sentimiento estruja al corazón para sacarle ribetes de temor y un miedo, que aunque se domine, cala hasta los huesos: embalsadora de cadáveres.
-“Llegué a la funeraria como auxiliar general. Debía simultanear entre la limpieza y la recepción. Por esos días murió Hipólito, un haitianito muy querido y la encargada de “preparar” a los muertos, no vino, me preguntan si me atrevía a asumir la difícil tarea”.
-“No lo pensé dos veces. Con tremendos temblores y un nerviosismo al borde del ataque, comencé la misión encomendada. Me pasé noches enteras sin poder dormir. Cerraba los ojos y veía todo aquello. Como el tiempo todo lo cura, me fui adaptando, gané confianza, perdí el miedo y me acostumbre a ese delicado oficio”.
“Para ser embalsamador de cadáveres se necesita una alta sensibilidad, mucho humanismo. Sentir la pena de los dolientes. No sólo pensar en el fallecido, también en quienes se llevarán una última imagen de ellos”.
Alicia Mensoney Dortén, nació el vigésimo día del cuarto mes de año 1949, en la antigua colonia de Santa Rosa, pintoresco caserío que sirvió de asiento a numerosas familias de origen haitiano. Junto a sus 12 hermanos supo del sacrificio y el peso que se arrastraba por la simple condición de ser pobres y negros.
-"Cuando terminaba la zafra en el Francisco, la familia entera se mudaba para Oriente, nos íbamos a la recogida de café. Imagínate que la lata del grano la pagaban a 50 centavos. Allá hacíamos unos pesitos y regresábamos al terminar el tiempo muerto. Así pasaban los años… ṡde escuela? Ni hablar".
-“Mira alcancé el séptimo grado trabajando en un círculo social. Antes recogí frijoles, algodón,  realicé todas las labores que requiere la agricultura. No tuve juventud, ni pensar en juguetes! El trabajo en Comunales me abrió a la vida: limpié pisos, barrí calles, fui recopiladora de datos en el Departamento de Economía y  almacenera hasta desempeñarme como administradora de la Funeraria”.
-"Simultaneé la dirección con la preparación de fallecidos, cobrando un solo salario. Llevé al colectivo de la  funeraria a ser Vanguardia nacional por más de 20 años, trabajé con mucho amor y sólo lamento no haberme superado más desde el punto de vista profesional".
-"Admiro a mi madre.  Mantengo costumbres de mis raíces haitianas. Por ejemplo la manera de cocinar el pollo o la carne de puerco, de hacer los dulces de harina, de maní o el pan. Canto las canciones de mi infancia, bailo rumba, guaguancó y me considero una mujer feliz,  muy alegre, te aseguro que amanciera soy de ley".


Sonrisa con rostro de mujer

Sonrisa con rostro de mujer

Conserva los genes caribeños, esos que le dan identidad, y el regocijo de sentirse plena y viva.  En momentos de remembranzas, recorren los senderos de sus recuerdos pasajes donde el querido padre, jamaicano de pura cepa y la amorosa madre, de la misma nacionalidad, pero nacida en Cuba, se enseñorean en reflejos vivos y actuales.Sus primeras letras llegaron de la mano de maestros que impartían la lengua paterna, asignatura obligada y que tenía como propósito el arraigo a las raíces familiares. Lo mismo ocurría con las comidas y el resto de las costumbres que marcaron ese carácter bonachón con  una sonrisa convertida en rostro demujer.

En tiempos de juventud, entre los quehaceres hogareños y la rectitud familiar, se desenvolvió la vida de los tres hijos de un pintor que trabajaba en el central azucarero. Ella aún conserva las vivencias de una niñez alegre, tranquila, rodeada del cariño  y la educación de sus padres.-Recuerdo que con las primeras personas que comencé a trabajar en adjudicación de caña fue Eugenio Nápoles y Pedro Ayón; ellos me enseñaron mucho. Luego trabajé en nóminas, colaboré con la intervención de las tiendas, en fin, trabajé unos 30 años en la industria azucarera.-Te confieso que llegué a sentirme discriminada por mi color y condición de mujer.

En una ocasión, una persona que después  quise y también me quiso mucho, dijo: ¡quieren llenar esto de negros! No me amilané, seguí trabajando y demostré mis valores como ser humano.-Soy un ser alegre, trato de llevarme bien con todo el mundo… jajaja… la naturaleza no me dio hijos, pero si sobrinos y miles de personas que me quieren. Mi mayor riqueza es el cariño y la amistad sincera de quienes me respetan y consideran.


-En mis semejantes admiro la honestidad con la misma intensidad que detecto la mentira. No soy triste, siempre tengo una sonrisa a flor de labios. No me arrepiento de nada. Si volviera a nacer sería la misma Carmen White Mills…jajaja

-Junto a mis dos hermanos, Silvio era músico y Ornix hacía coreografías, bailaba en la comparsa del reparto de Los Mangos. Había mucho respeto y consideración. Éramos muy sanos.

-Mira en la cocina como buena jamaicana me gusta la carne empanizada, la sopa, el congrís con maní…las minutas de pescado…jajaja, pero hacerlo con mis manos y mi sazón.

-Muchas personas dicen  que iba mucho a la funeraria. Lo que sucedía  es que a veces no conocía al fallecido, pero sí a alguno de sus familiares, entonces cumplía, es que  amanciera soy. Nacida y criada en este pueblo,  conozco a mucha gente ... ¿te puedes imaginar?  ya son 73 años viviendo aquí.

-Me gustaría que me recordaran con alegría, sin tristezas… ¿no es verdad?

Aquí me despido de esta mujer con piel de ébano, espontánea sonrisa  y un corazón hecho a la medida de la bondad y la humildad, donde la ternura desborda el cauce de lo real para convertirse en una verdadera leyenda de amor y amistad.




Trinidad, así simplemente Trinidad

Trinidad, así simplemente Trinidad

Dicen que un buen día recogió sus bártulos y con una guitarra a cuestas se fue de su natal ciudad, ciudad que le dio sobrenombre e identidad,  a desandar horizontes  torciendo notas y acordes, entonando melodías donde al amor y el desencuentro fueron  protagonistas.

Sus aventureros pasos y el reclamo de un  hermano y la tía Suncia,  lo trajeron hasta el central Francisco (hoy Amancio Rodríguez). Sus sueños de convertirse en un famoso músico se vieron aplazados por la necesidad de un empleo que ayudara al sustento diario.

Las líneas férreas estuvieron entre sus primeras ocupaciones laborales. Después de unos seis años en ellas, se enamoró de aquellas locomotoras “negras y grandes”, convirtiéndose en fogonero y compañero inseparable de un maquinista de apellido “Covadonga”, “que era un rayo en la línea”.

En 1956, cuando se abre la fábrica de madera artificial (Primadera) comienza a operar la grúa. Esa es la etapa donde sus inquietudes  artísticas “revientan”  y buscan un cauce lógico. Tropieza, y no por casualidad, y responde a la invitación de   Crescencio “Cencio” González para integrarse a un conjunto muy popular en esa época.

-Yo tocaba el tres, pero Cencio, me pidió aprender la guitarra. Así me vi obligado a  comenzar a ejecutar este instrumento que me  acompaña siempre y quiero como a mi propia vida.

Pasaron los años y Trinidad combinó sus andanzas musicales con el crudo trabajo. El destino lo arrimó a  Marcela Borges Tamayo, esposa y musa. De esa unión nacieron tres hembras y un varón (ya tenía otro hijo) que  “son mi orgullo. Todos integrados y muy juiciosos en la vida”.

Pero aquel duendecillo cargado de arpegios y cuerdas lo condujo por los senderos del Movimiento de Artistas Aficionados y en 1982, con algunos  trabajadores cincuentenarios de la industria azucarera, forma una agrupación que es su mayor realización en el mundo de la música: Trova del sur.

A su mente, algo nublado por el  irremediable designio  del Dios Cronos,  llegan nombres de los integrantes de aquel conjunto: “Enrique Pérez, en el bajo;  Ulises Labastida, tresero; Laureano Socarrás, cantante; Cumbanché  y Lara en los bongóes y tumbadora, respectivamente y yo en la guitarra y alguna que otra voz…”

La obra artística de la vida de Trinidad se consuma cuando más de una decena de sus composiciones musicales son enviadas a Surima Sanz, nieta con residencia en España. Sury se entusiasma, gestiona la orquestación de aquellas piezas musicales de incuestionable valor sentimental, les pone voz y las graba en un disco con el título de “Saber Sentir”.

Para Pedro Ramos Ramos, la vida es una canción.  Ahora con la placa discográfica a cuestas carga en el morral el fardo de 93  junios desde que naciera en su entrañable Trinidad. Siente el sano orgullo de lo realizado y logrado; se considera un buen hombre, entona el estribillo de uno de sus boleros y confirma que se aplatanó en estos lares y en un susurro confiesa: #AmancieroSoy