Nuestro derecho
Amen de asistirnos el derecho a elegir nuestro sistema socio político, con independencia y la voluntad popular mayoritaria, tenemos la posibilidad de escoger propios derroteros. Sin injerencias y mucho menos imposiciones.
Esa lección no parece haber sido aprendida por las últimas once administraciones norteamericanas. Gobierno manipulados por lo más reaccionario del exilio cubano.
Resulta que el empecinamiento los lleva a aislarse de las voces que en la comunidad internacional no reconocen al bloqueo, nada de embargo, y los tildan como una medida extraterritorial, criminal e inhumana.
Que ser humano, con capacidad para pensar y conducirse con cordura puede aprobar que Cuba sea el único país del mundo al cual se le impone de por vida, una política fracasa en sus pretensiones y rechazada por la mayoría de las naciones de bien.
Nuevamente Cuba someterá a consideración del orbe su reclamo de condena ante semejante dictamen imperial. Otra vez la voz de un pueblo rebelde se alzará para exigir el cese de ese criminal, absurdo y asfixiante cerco.
Es hora de que se abran las entendederas de los emperadores mundiales; de que el señor Obama, cumpla sus promesas electorales, se quite la venda de los ojos y perfile un mejor lugar en la historia a su política dirigida a Cuba.
Ya nadie con dos dedos de frente puede creer en las falacias que impulsa la soberbia de lo más reaccionario de la sociedad norteamericana. ¿Dónde están los cambios prometidos? De qué valen las campañas difamatorias, si nuestro pueblo hace añicos cada uno de esos arranques de desesperación y odio?
Allí, en un plenario abierto a la verdad y a nuestras razones, el mundo acompañará el reclamo de un pueblo que hace más de 50 años renunció al servilismo y se encausó por las sendas de la autodeterminación y la solidaridad internacional.
Nada, el destino nos depara otra incuestionable victoria
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