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Amanciero soy

¿Oficio?: ¡embalsamadora!

¿Oficio?: ¡embalsamadora!

Es una negra alta que bien disimula la edad, de cuerpo donde  pronunciadas curvas denuncian la complicidad de sus orígenes  caribeños. Al minuto de conversación con esta mujer de “armas tomar”, adviertes que la entereza marca sus dominios y la humildad su brújula conductual.
Tal vez sea de las pocas o únicas personas que llegaron, por oposición,  a un oficio, donde la muerte juega en las manos y el sentimiento estruja al corazón para sacarle ribetes de temor y un miedo, que aunque se domine, cala hasta los huesos: embalsadora de cadáveres.
-“Llegué a la funeraria como auxiliar general. Debía simultanear entre la limpieza y la recepción. Por esos días murió Hipólito, un haitianito muy querido y la encargada de “preparar” a los muertos, no vino, me preguntan si me atrevía a asumir la difícil tarea”.
-“No lo pensé dos veces. Con tremendos temblores y un nerviosismo al borde del ataque, comencé la misión encomendada. Me pasé noches enteras sin poder dormir. Cerraba los ojos y veía todo aquello. Como el tiempo todo lo cura, me fui adaptando, gané confianza, perdí el miedo y me acostumbre a ese delicado oficio”.
“Para ser embalsamador de cadáveres se necesita una alta sensibilidad, mucho humanismo. Sentir la pena de los dolientes. No sólo pensar en el fallecido, también en quienes se llevarán una última imagen de ellos”.
Alicia Mensoney Dortén, nació el vigésimo día del cuarto mes de año 1949, en la antigua colonia de Santa Rosa, pintoresco caserío que sirvió de asiento a numerosas familias de origen haitiano. Junto a sus 12 hermanos supo del sacrificio y el peso que se arrastraba por la simple condición de ser pobres y negros.
-"Cuando terminaba la zafra en el Francisco, la familia entera se mudaba para Oriente, nos íbamos a la recogida de café. Imagínate que la lata del grano la pagaban a 50 centavos. Allá hacíamos unos pesitos y regresábamos al terminar el tiempo muerto. Así pasaban los años… ṡde escuela? Ni hablar".
-“Mira alcancé el séptimo grado trabajando en un círculo social. Antes recogí frijoles, algodón,  realicé todas las labores que requiere la agricultura. No tuve juventud, ni pensar en juguetes! El trabajo en Comunales me abrió a la vida: limpié pisos, barrí calles, fui recopiladora de datos en el Departamento de Economía y  almacenera hasta desempeñarme como administradora de la Funeraria”.
-"Simultaneé la dirección con la preparación de fallecidos, cobrando un solo salario. Llevé al colectivo de la  funeraria a ser Vanguardia nacional por más de 20 años, trabajé con mucho amor y sólo lamento no haberme superado más desde el punto de vista profesional".
-"Admiro a mi madre.  Mantengo costumbres de mis raíces haitianas. Por ejemplo la manera de cocinar el pollo o la carne de puerco, de hacer los dulces de harina, de maní o el pan. Canto las canciones de mi infancia, bailo rumba, guaguancó y me considero una mujer feliz,  muy alegre, te aseguro que amanciera soy de ley".


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