Nuestra zafra
La zafra azucarera no es un interés privativo de los agroindustriales del sector. Necesariamente debe constituir una preocupación y ocupación para todos los humanos que orbitamos y hacemos vida en esta localidad privilegiada por tener entre sus industrias, una fábrica de azúcar.
A ninguno de nosotros nos pueden ser extraños términos como rendimiento industrial, recobrado, rendimiento potencial cañero, basculador, centrífugas, y muchos más que conforman el ABC en los manuales destinados a esa actividad productiva.
Tampoco se puede olvidar que este poblado, con su gente, existe, porque hace más de 100 años en estos lares se edificó un ingenio azucarero que hoy sirve de blasón y nos distingue.
Pero hay más. Generaciones tras generaciones han encontrado el sustento familiar, la realización profesional y hasta personal, en ese enjambre de hierros, motores, sudores, cañaverales y maquinarias.
Somos muchos los preocupados cuando de las altas chimeneas no brotan las volutas humeantes que anuncian la molida de cañas y la extracción de sus dulces jugos hasta convertirlos en azúcar. Producto que se incluye en la dieta de sus propios productores y fortalece la economía municipal y nacional.
Con razonamientos similares se infiere que no podemos mostrarnos ajenos a ese acontecer agroindustrial y donde quiera que se encuentren mujeres u hombres en el quehacer productivo, debe tenderse la mano solidaria que sirva de sostén y abrigo a quienes producen para todos, incluidos nosotros.
Nadie puede sentir satisfacción cuando en la cadena productiva aparecen fantasmas como roturas, pérdida de tiempo, desabastecimiento de cañas, atascos en esteras y basculadores, baja presión, excesos de materias extrañas, etc.
Somos una sólida familia, con un arraigado antecedente cañero-azucarero. La realidad nos obliga a actuar en consecuencia con las tradiciones y nuestra propia historia. Nada de la zafra. No. La expresión correcta y real es: nuestra zafra.
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