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Amanciero soy

La calle C.

La calle C. Escoltada por sus hermanas D y B, y extendida  por unas 5 cuadras, la calle  C viene a ser como ese apéndice necesario e imprescindible para contar la historia del centro urbano del municipio de Amancio. Realmente no es la principal, pero  sí la de mayor abolengo citadino. Según cuenta Moisés Bate Peraza, uno de sus vecinos más antiguos,  ésta fue de las primeras del asentamiento. En ella encontraron acomodo residencial figuras de prominencia dentro de la Francisco Sugar Co, entre ellos, los jefes de los talleres de reparación de los camiones, motores y  de los molinos del ingenio. En su final estuvieron las oficinas que servían de sede a la administración foránea y aún se conserva la casa donde residían los administradores de la fábrica, después del triunfo de enero de 1959. En este trozo del entramado urbanístico, que fue de los primeros en recibir los beneficios del asfalto, se entrelazan varios estilos arquitectónicos, los mismos denotan las diferencias sociales impuestas durante la  República Neocolonial  y son una evidencia tangible de la penetración norteamericana en esta sureña zona de la actual provincia de Las  Tunas.En ella se asientan importantes entidades dedicadas al esparcimiento, el cultivo de la cultura, las tradiciones, la salud y hasta para recibir la última visita antes de partir hacia el otro mundo, si es que éste existe.  En esta vía se empinan y  enseñorean Bodegas, la principal Sala Cinematográfica de la localidad, Librerías, Unidades de la Gastronomía, Florerías, el Museo del Deporte, antiguas Cuarterías, Combinados de Servicios, Bibliotecas, una Tienda del Fondo Cubano de Bienes Culturales y  la Funeraria. Allí viven médicos, jubilados, poncheros, trabajadores por cuenta propia, periodistas, choferes, maestros, escritores para la  Radio, costureras. También trabajadores de la higienización, estudiantes de bachillerato, de medicina, Pedagogía, carpinteros, Bodegueros, enfermeros, policías, pintores y pioneros, o sea, una ciudad en pequeña escala. Los residentes en  la calle C son como los de cualquier rincón de este archipiélago: laboriosos, emprendedores, solidarios, de voluntad férrea y muy apasionados. Aunque, al decir verdad, el vecindario no es el Paraíso.   El relieve perdurable y trascendido de esta calle viene,  entre otras razones, de la actuación, donde confluyen  ella y su prima hermana, conocida como “la calle de Los Cocos”, de agrupaciones musicales de la talla de Estrellas Cubanas, Pacho Alonso, Aragón, Tiburón Morales, quien inició su vida artística en esos predios y el mayor portento de la música cubana: Benny Moré,  al  interpretar, con su inigualable voz, ese Francisco Guayabal, ofrendado por el virtuoso Pío Leyva a la hospitalidad y alegría de este pueblo.   Hoy, gracias a un esfuerzo de las autoridades amancieras, la calle C viste sus mejores galas: un Cine restaurado, reanimadas el resto de las instituciones y el alumbrado público; pintadas las viviendas. Sólo que el beneficio debe corresponderse con la responsabilidad de quienes viven en ella para mantenerla como la arteria de mayor prestancia  patrimonial y abolengo citadino de este poblado.                          

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