Amolador: ¿oficio en extinción?
A la mente vienen como secuencias tangibles imágenes de la infancia y la juventud, no tan lejanas en el tiempo, donde un hombre con un alijo de instrumentos a cuestas se hacía acompañar por un melodioso aviso para llamar la atención sobre su presencia en barrios y comunidades.
Ninguna ama de casa o costurera se resistía al musical llamado y la voz se corría de vivienda en vivienda: ¡llegó el amolador de tijeras! Así el oficioso personaje ponía en función su minúsculo taller, unas veces sobre la bicicleta, carretilla o cualquier medio que le permitiera la transportación segura y el trabajo proveedor del sustento diario.
Este oficio, sencillo al parecer, se heredaba de generación en generación, al punto que muchas familias eran reconocidas como los “amoladores de tijeras”, o simplemente “Fulano el amolador”
De un tiempo a esta fecha, cuando los avances tecnológicos se adueñaron de la geografía social, o los empleos estatales enriquecieron las perspectivas de las mujeres y hombres, comenzó el declive de esta imprescindible profesión, tan útil y necesaria como cualquier otra.
Hace unos días la tranquilidad del mediodía de mi barrio se perturbó con el armonioso sonido, que nos llevó de vuelta al pasado y renacieron las remembranzas, al aparecer como un ave rara ¡un amolador de tijeras! De más está decir que la voz se corrió de vivienda en vivienda y las pocas amas de casa y escasas costureras, corrieron al encuentro con el afilador del cortante instrumento.
Valdría la pena que se pensara en la reapertura de las escuelas de oficios y los encargados de la Educación Técnico-Profesional incluyeran en los planes de estudios y convocatorias estas profesiones que, junto a muchas especialidades manuales, engrandecen la satisfacción de las necesidades comunitarias y ennoblecen el espíritu y el amor al trabajo.
¿Será el amolador de tijeras un oficio en extinción?
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