Crueldad contra la razón
En la rutina del día a día uno aquilata las acciones humanas, de ellas, extrae enseñanzas; las unas dejan perplejidad ,y otras sin embargo, perfilan las verdades de quienes hacen del sufrimiento una ofrenda permanente a sus semejantes.
Las noticias sobre el nuevo confinamiento de Gerardo Hernández, uno de los Cinco cubanos prisioneros ilegalmente en Estados Unidos, nos dejan ese amargo sabor de injusticia que caracteriza la conducta hipócrita de las administraciones norteamericanas hacia la razón y las causas nobles.
Al aislamiento se agregan dislocaciones de la salud de ese joven, quien junto a cinco compatriotas más, actuó con inteligencia y sabiduría para evitar que siguieran explotando bombas en aviones, hoteles, sedes diplomáticas y oficinas comerciales; evitando así que vidas inocentes se perdieran en la oscuridad de las sinrazones.
Habría que escuchar que argumentos enarbolan esas voces que despotricaron, a diestra y siniestra; que mintieron además, e inventaron una sarta de falacias, cuando un vulgar preso común, enajenado por la ilusión del modo de vida americano, falleció en medio de la complicidad de aquellos que lo condujeron a un proceder equivocado y ajeno.
Con la carga emotiva que representa la muerte de un ser humano, sean cual sean sus ideas, sentimos el fallecimiento. Pero ahora que dirán los que alaban a sus amos del imperio. Ese mismo sistema que les paga e ilustra sobre la postura anticubana predeterminada en un libreto escrito hace más de 50 años.
Es que acaso no pedirán al presidente Obama que torne su cristiana mirada, con la justicia que ha negado ya bastante, hacia el estado de salud de un joven convertido, por obra y gracia de la razón, la resistencia y el patriotismo, en un verdadero paradigma de antiterrorista.
No manifestarán su inconformidad con la permanencia del aislamiento de Gerardo, los que hora a hora, predican sermones a favor del respeto a los derechos humanos de quienes, desde esta isla rebelde, defendemos independencia y dignidad.
Quedarán mudas e inmóviles las voces y manos que desde los megamedios de comunicación, en encendidas arengas vociferan y escriben a los cuatro vientos sobre la necesidad de libertad para sus compinches con olor a pólvora y traición, que purgan las consecuencias de sus vandálicos actos tras las rejas.
Nada, la humanidad merece una oportunidad. No sólo debemos preocuparnos por condenar el hambre, la agresión al medio ambiente; las desigualdades en el desarrollo de las naciones, las guerras. Debemos darnos la oportunidad para unirnos al clamor solidario, que en este convulso mundo pide justicia para el caso de los Cinco.
Gerardo Hernández y sus compañeros no deben permanecer un minuto más encarcelados, ni privados de los elementales derechos, que cualquier persona en este plante, merece.
Es la hora de invertir los términos. Deben estar presos los que estimulan las guerras, quienes siembran el odio y permanecen cerrados a los designios de la razón y la justicia.
0 comentarios