Fidel
Imagino el ajetreo en el paraje campestre de Birán, aquel trece de agosto, cuando el grito de advenimiento de una nueva vida quebró la tranquilidad, renovando la alegría del matrimonio formado por Lina y Ángel.
Una infancia cargada de inquietudes presagió, desde entonces, una adolescencia inquieta, ungida de humanismo y una sed de conocimientos insaciable, que incluyó a la letra impresa y a cuanto material acompañara el aprendizaje.
Así creció un ser, que, bajo la cobija de una férrea formación académica, forjó valores. Valores, que, al referirse a ellos, uno de sus profesores en el colegio de Belén, afirmó: “Siempre vi en Fidel Castro madera de héroe y estaba convencido de que la historia de su patria algún día tendría que hablar de él”.
Los estudios de derecho, el ambiente universitario, junto al intercambio de ideas, y la situación reinante en la capital del país, contribuyeron a la formación de una personalidad integral y como génesis de una cultura política, que la propia vida se encargó de enriquecer y consolidar.
Las manifestaciones estudiantiles contra los desmanes de los gobiernos atados a dictámenes del poderoso vecino del norte, encontraron el su ferviente verbo la expresión genuina del endémico patriotismo de aquel joven, nacido en el Oriente cubano, cuya madurez ideológica aceleró su nacimiento como líder y referente, indiscutible.
El convencimiento sobre la necesidad de un viraje al espectro político del país lo condujo irremediablemente, al enfrentamiento al régimen y a la organización de aquellos grupos de jóvenes que tenían total coincidencia con sus aspiraciones y razones para encontrar en la lucha armada el remedio a los males que aquejaban al país.
Su estatura revolucionaria creció en el propio fragor del movimiento, que, más tarde, lo acompañaría en gestas como el Moncada, la prisión fecunda, el fértil exilio, a la temeraria expedición, desembarco, dispersión, Cinco Palmas, batallas en la Sierra Maestra y el llano, hasta el contundente y definitivo triunfo del enero de luces y esperanzas.
La Historia lo absolvió y como martiano convencido, encabezó el movimiento revolucionario mundial y toda acción que conduzca al mejoramiento humano, a la justicia social y al bienestar de los pueblos, como estandarte de luces, victorias e ideas renovadoras.
Hoy, en ocasión del festejo por tu nonagésimo séptimo cumpleaños, me atrevo a transgredir el hermetismo de tu modestia y, como muchos, ser fiel depositario de tus ideas, principios y legado, ¡enalteciéndote, #PorSiempreFidel!
0 comentarios