Nuestro Che
“Hay hombres que hasta después de muertos dan luz de aurora”
José Martí
He oído hablar tantas cosas de ti, Che, que en tan poco tiempo no se pueden escribir. Recuerdo cuando por primera vez escuché decir que habías nacido en Argentina, el 14 de junio de 1928, que desde joven te habías destacado por tu carácter rebelde, arriesgado, audaz, por una sensibilidad humana extraordinaria y un deseo insaciable por saber, por conocer todo lo que te rodeara.
De cómo hecho un estudiante de Medicina te convertiste en “El Pelao”, inseparable amigo de Mial (Alberto Granados), que iniciaron un recorrido hábidos de conocimientos y contactos con las clases más pobres y necesitadas de tu gran América, de las adversidades, tropiezos y desventuras de la vieja motocicleta que en parte del recorrido te acompañó. De tus visitas y tratamientos en leprosorios, de los profundos sentimientos humanos que se albergaban en tus acciones.
Que en ese peregrinar te pones en contacto con la realidad cubana y te encuentras entre los primeros expedicionarios después de hablar con Fidel en México, en 1955. Cómo soportaste el viaje hacia la libertad a bordo del yate Granma, afectado en gran medida por esa asma caprichosa que jamás pudo dominar tu voluntad de acero.
De los primeros momentos de la llegada, de la sorpresa en Alegría de Pío, donde luego de ser herido trataste de buscar la mejor manera de morir, cómo supiste vencer la disyuntiva de soldado o médico.
En lo sucesivo todo sería ascensos en tu carrera de guerrillero, la reorganización de las fuerzas rebeldes, los nuevos combates, tus dotes de soldado, estratega y jefe. Siempre buscando las misiones y posiciones de más peligro. Así te ganaste los grados de comandante, así comenzaste a consagrar tu diario quehacer a la causa de la Revolución Cubana.
Algo que nunca podrá olvidarse es tu designación para reeditar la histórica invasión que Gómez y Maceo protagonizaron en la guerra para derrocar al colonialismo español. Desandaste llanos, ríos, montañas y ciénagas acompañado por el legendario comandante Camilo Cienfuegos. Cuántos hechos, cuánta estrategia, cuántas páginas de gloria escribiste en tu marcha triunfal sobre Las Villas y luego tu campaña en la zona. Allí te encontrabas cuando huyó el tirano Fulgencio Batista, y te dirigiste a poner la nota rebelde en la capital al tomar y reducir bajo tu mando la fortaleza de La cabaña.
En febrero de 1959, en reconocimiento a los servicios prestados a la patria, eres declarado ciudadano cubano por decisión del Consejo de Ministros, después tus responsabilidades al frente del Banco Nacional, más tarde Ministro, tu voz firme y convencida fue escuchada en otras latitudes, llevando el mensaje de amistad, colaboración y entendimiento de nuestra pujante Revolución.
Vienen a mi mente tus desvelos por la eficacia económica, la necesaria industrialización del país, la introducción del trabajo voluntario como fórmula para aguzar la conciencia o el empujón a la práctica masiva del ajedrez. Así de grande, así de pleno te fuiste convirtiendo en activo protagonista en la construcción del socialismo, dedicando tu vida por completo a la lucha por la independencia de tu verdadera patria: la humanidad.
Cuando viste consolidada y convertida en una realidad la causa por la que luchaste, otras tierras del mundo reclamaron el concurso de tus modestos esfuerzos, y allí fuiste a entregarte con la pasión, sólo posible en un revolucionario de tu talla. Enredadas montañas, praderas y peligrosos lagos africanos sintieron tus firmes pasos y el aliento de tu respiración solidaria. En las selvas sudamericanas el odio de los tiranos pensó que segando tu vida podía terminar con tu obra, nuestra obra, la obra de todos los oprimidos.
Cuánto simbolismo en aquel aciago octubre. Una humilde escuelita, hoy convertida por humanismo y revolucionaria solidaridad en una Posta Médica, fue la almohada y cobija de tu última mirada. La misma mirada que esparce esperanzas y luz a la ceguera de la ignorancia y el abandono. Que ironías tiene la vida. Uno de tus victimarios se benefició del Milagro al recobrar la visión de manos formadas e inspiradas en tu ejemplo.
Recuerdo la noticia de tu muerte y la lectura de tu carta de despedida realizada por Fidel, que siempre tan sabio encontró cómo llamarte: “artista”…
Pero tu ejemplo Guevara, no quedó sólo en Bolivia, donde un pueblo hoy se levanta de las miserias y destroza las injusticias enarbolando las banderas de la dignidad, la integración y la unidad. Tu legado se riega como bálsamo nutricio en las luchas que pretenden la vindicación de los pobres y desposeídos. Está presente en los que creen en la certidumbre del mejoramiento humano y en cualquier lugar que se luche contra el imperialismo.
Te has hecho acreedor de la veneración de que se hacen merecedores los mártires, los héroes, porque tu vida está cargada de hechos dignos, de acciones arriesgadas, futuristas y audaces, valientes y atrevidas, porque tu obra se desarrolla cada día más, porque en cada victoria o realización de la patria socialista vemos erguirse tu figura de guerrillero inmortal e inspirador de la Revolución Latinoamericana.
No te veo santo, muerto, inaccesible, sino real, vivo, posible, camarada, comandante. Cuántas cosas más quisiera escribir, de las oleadas de profesionales de la salud, que sin escatimar sacrificios y desafiando peligros, se empinan con batas blancas para regar el bienestar y reconfortar el espíritu a cualquier humano que lo necesite, de la impresión tan profunda que dejaste en tu pueblo, de la sensación de estremecimiento que se produce en mi cuerpo cuando escucho a los niños. Con sus pechos henchidos, llenos de amor y admiración, exclamar con satisfacción y confianza en el futuro ¡Seremos como el Che! Así te sembramos en nuestro diario quehacer, perpetuamos tu viva presencia, para tenerte como jamás tan vivo y nuestro.
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