Con lo que no pudo IKE
La devastadora furia de la décima formación ciclónica de la actual temporada se ensañó con una parte considerable del territorio cubano, aunque su ciego poder de destrucción se enseñoreó en el norte oriental.
Con esta afirmación no soslayo los estragos que sufrieron las localidades del sur tunero, siendo el municipio de Amancio el más afectado en esta zona geográfica. El abolengo de añejos árboles reducido a ramajes en el suelo húmedo, es una imagen que conmueve y sorprende.
IKE cambió con sus ráfagas diabólicas, para algunos pronosticadores atrevidos superiores a los 120 kilómetros por hora, el estado del fondo habitacional dejando tras su paso catastróficas escenas propias de filmes de ciencia ficción.
Este fenómeno climatológico torció y partió a su antojo postes del tendido eléctrico y telefónico. Redujo a despojos inservibles paredes de concreto, desbordó ríos, inutilizó vehículos, además de lacerar con saña instituciones sanitarias, educacionales y de la cultura.
En su trayectoria espantosa, el meteoro paralizó bombeos de agua, arrasó plantaciones, abrió heridas profundas en la tierra y en los sentimientos humanos. Sus secuelas siempre serán una página triste en la historia de la ciclonología.
Caminos que padecen la agonía de un insensato, cruel y despiadado bloqueo impuesto por las administraciones norteamericanas, vieron resentidas sus dolencias; la higiene ambiental tropezó con escombros y desechos sólidos, pero los trabajadores de la salud impusieron su vocación y humanismo.
Pero el malvado IKE no pudo llevarse ni arrastrar el sentimiento solidario de un pueblo educado en ese noble postulado. Viviendas, de las consideradas fuertes, se convirtieron de la noche a la mañana en seguros refugios para familiares, vecinos y cuantas personas necesitaran amparo en esas horas difíciles.
De la misma forma esas casas con buen estado constructivo sirvieron para resguardar televisores, refrigeradores y muchos artículos facilitados por la Revolución a las familias cubanas para elevar su nivel de vida.
Algo que ni siquiera pudo rasguñar IKE fue el tesón, la capacidad de resistencia y el poder de recuperación de un pueblo curtido en el fragor de las batallas, acostumbrado a las victorias y a alcanzar la gloria siempre con el fundamento del esfuerzo propio.
También el huracán chocó con la voluntad política de un estado que puso en disposición de mitigar daños cuantiosos recursos, que albergó en centros seguros a más de 2 millones de seres humanos, o las Fuerzas Armadas Revolucionarias que no escatimaron medios y hombres para salvar vidas.
Por eso, cuando IKE sea historia se podrá contar de sus destrozos, de los rostros alarmados ante sus embates, pero nunca temerosos, y por sobre todas las cosas, las enseñanzas y fortalezas que afincó en cada uno de los habitantes de este archipiélago que apuesta por el futuro, el desarrollo y la recuperación, y eso IKE no se lo pudo llevar.
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