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Amanciero soy

Vender lo que no pudo matar

Vender lo que no pudo matar

Ricardo Ronquillo Bello

Han pasado casi 40 años y aun no puede explicarse como su despreciable crimen no pudo matar a aquel hombre. Se ensaño con el cuerpo hasta cortarle las manos. Pretendía desaparecerlo  en el infinito de las selvas bolivianas y sus huellas en las nieblas de los tiempos. Pero este “muerto” testarudo no perece, renace…Y el criminal no sabe ni sabrá nunca como eliminarlo, borrarlo, deshacerlo.

 

La prueba de la impotencia de uno de los asesinos  de Ernesto Che Guevara para lograr cumplir la orden que le dieron sus amos yanquis la tuvimos por una noticia esta semana.

 

Ahora se dice que subastaran las huellas dactilares tomadas al cadáver, el mapa que utilizo para perseguirlo los telegramas intercambiados con el entonces presidente boliviano Rene Barrientos, los mensajes interceptados entre el Che y sus seguidores, y un mechón de su pelo.

 

El ex agente de la CIA no soporta su condición de criminal sepultado en el olvido, cuando quien debía estar hundido en la desmemoria es aquel a quien enterró a escondida en una pista recóndita en Valle Grande

 

No entiende la milagrosa reaparición de su asesinato desde el mismo instante en que fue lanzado en su fosa clandestina. .Mientras el ultimo día de Gustavo Villoldo sobre la tierra en que pretendió esconder su crimen se acerca, la imagen de aquel se le hace “fantasma” imborrable, aparición martirizante: lo mismo tatuaje, que santo, souvenir, efigie, boinas, estrellas, agitador de multitudes, guerrillero moderno…

 

Se deshace ahora de los “despojos” del Che porque no soporta nada que le recuerde la eterna y misteriosa existencia  de este sedicioso, rebelde, insurgente inatrapable

 

Porque no puede entender  como es que no muere ese guerrillero cobardemente ultimado, mutilado. Y le humilla que si alguien le menciona sea porque se recuerda a su victima. El destino le jugo una trampa: la infeliz evocación de su nombre depende de la gloria de aquel que pretendió borrar

 

No sabe por que aquel hombre con ojos y cuerpo de Cristo, que enseño como trofeo de guerra en Valle Grande, se transformo de cadáver perdido en icono.

 

Y, miserable al fin, como no pudo ni puede matarlo, despedazarlo, desaparecerlo, ahora pretende venderlo. ¿Será que sus amos le pagaron tan mal?

 

(Tomado de Juventud Rebelde)

 

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