Urrutia: Gladiador de las bolas y los strikes.
En ocasión de celebrarse el partido pactado entre los equipos de Cienfuegos y Las Tunas, correspondiente a la actual serie nacional de beisbol, los amancieros rindieron homenaje a Osmani Urrutia Ramírez, uno de los más talentosos peloteros cubanos de todos los tiempos.
Esta crónica es mi modesto tributo a esa gloria del deporte.
En Macagua, recóndito paraje, donde el sol juguetea con las palmeras que esbeltas protegen las hacendosas manos para abonar con sudor los frutos que la madre tierra ofrece como tributo al trabajo, nació y se empinó, en sencilla y humilde familia un muchacho, que despuntó con musculatura de gloria y talento de campeón.
Nada del campo le fue ajeno. Conoció desde temprano del laboreo incesante en plantaciones cañeras, del ajetreo de reses y caballos, pero su fijo propósito, tal vez por intuición o herencia raigal, estaba en convertirse en uno de los grandes del pasatiempo nacional.
Sus inicios fueron en rústicos terrenos, utilizó bates, guantes salidos del ingenio popular. spikes, en escasas ocasiones pudo usar, pero la naturaleza lo premió con una voluntad espartana y una fortaleza hercúlea. De ahí que emprendiera el camino a la consagración con el morral lleno de esperanza y buenas intenciones.
Su tránsito hacia el pináculo deportivo estuvo plagado de vicisitudes. Unas veces las gradas como lecho y el cielo de cobija. Jugos y frutas frescas, en mucha ocasiones sustituyeron el necesario almuerzo y la esperada merienda. Sin embargo nunca el desánimo entorpeció el propósito de vestir los colores patrios en una actividad física que es pasión para los cubanos.
Escenarios beisboleros del patio, el país y el mundo conocieron de sus destrezas y habilidades. Supieron de su dedicación para limar deficiencias y encontrar la técnica exacta que lo catapultó a la cima de los bateadores y lo convirtió en deportista de referencia, no por elogios infundados ni apasionamientos vanos, sino por un talento propio y una modestia imprescindible.
Amasó la fama con el sudor de su sacrificio, más nunca “se creyó cosas”, ni olvidó a quienes le tendieron manos solidarias en sus cruciales inicios. Ocupó titulares en primeras planas de periódicos, noticiarios radiales y televisivos, más siempre prefirió el anonimato y la demostración tangible en el terreno de juego.
Tampoco olvidó sus humildes raíces en un recóndito paraje de su Jobabo querido, aunque en la Macagua de travesuras y sueños infantiles, encuentra su verdadero remanso y la plenitud de sus realizaciones personales.
Tunero como el que más. Amante de degustar el inconfundible aroma del cubano tabaco, acompañando un cálido sorbo del hijo bastardo de la caña de azúcar, el out imposible de la pelota nacional; el hombre que a fuerza de batazos, disciplina y abnegación ganó seis títulos de bateo, cinco de forma consecutiva; que promedió en doce ocasiones por encima de los trescientos de average.
El mismo pelotero que sobrepasó la astronómica sentencia de los 400 cinco veces, que estrujó dignidad y patriotismo en el rostro de los enviados especiales del Don Dinero, los mismos que no entienden que coraje, amor y lealtad, son valores sin precio y que más vale el reconocimiento popular que las migajas metálicas que ultrajan y denigran.
Por eso en esta tierra de campeones, donde jugaron y triunfaron, tiempos hace, figuras de la talla de José Luís López, Gregorio Pérez, Freddy Portilla y Eduardo “Tiburón” Morales, rendimos homenaje al invicto “Gladiador de las bolas y los strikes”, al “Señor de los 400, al humilde hijo de Macagua y al cubano digno que trasciende los terrenos beisboleros para inscribirse, por derecho propio, en el olimpo de la patria agradecida.
¡Felicidades. ¡Bienvenido Osmani Urrutia Ramírez!
Y en hora buena el agasajo! Nuevas metas esperan por ti. Los amancieros te reconocemos como Gloria Deportiva, te abrimos las puertas de nuestro afecto, para con respeto y admiración seguir tu ejemplo. Recibe el abrazo sincero de un pueblo que te enaltece entre los suyos.
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