A ti mamá
Madre eres fuente de vida, manantial de ternura y fragua donde se forja con acerada materia el incomparable amor que brota como fuente de esperanzas para encauzar el camino que recorre la estirpe venida al mundo de tu fecundo vientre.
En noches de tempestades, cuando la bruma amenaza con apagar las luces de la felicidad, emerges cual destello que rompe la oscuridad con el látigo de la dulzura y tu voz firme se convierte en guía, brújula, legado y senda a seguir.
Eres madre tormenta cuando el peligro se cierne sobre tus retoños, te yergues cual herida fiera y en tu regazo de mujer pura y santa, estrujas lágrimas ante el inevitable dolor de la prole que con huracanes de besos, mimos y amor levantas, a pesar de los entuertos que la existencia impone en su tortuoso andar.
Como cronómetro que marca minutos, horas, días y noches tus brazos se abren ante el reclamo de los vástagos nacidos de tus fértiles entrañas, para en la fuente del amor, cual émula de Venus, fertilizar el jardín del hogar que a fuerza de voluntad, tesón y esmero levantas.
Eres flor, aroma, vida, sensibilidad exquisita, refugio y pena. Tus brazos como cestos floridos dan cobija y vida, enaltecen y se convierten en puerto seguro para evitar los naufragios y abismos propios de la existencia misma.
Eres lira, música, inspiración de poetas, aunque en ti nace, inevitablemente, la poesía que orla con caricias convertidas en arpegios el huerto de la fertilidad que labras a fuerza de pasión y homérica voluntad.
Por eso, hoy y todos los días, estés donde estés, recibe cual sagrada pleitesía, este beso convertido en flor, ofrenda y perpetuo homenaje, como muestra del infinito amor que supiste plantar en los jardines de la vida. ¡Hasta siempre mamá!
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