Después de la tormenta no llegó la calma
A un año del paso del huracán Paloma los amancieros no se resignan a lamentaciones, asumen la recuperación como reto tangible y avanzan, con la convicción de que el bienestar sólo es fruto del trabajo creador.
En la madrugada del 9 de noviembre de 2008 el costero asentamiento de Guayabal pasó del anonimato a ocupar espacios privilegiados en medios de prensa a través de las desgarradoras imágenes que se publicaban luego del destructor paso del huracán Paloma por esta zona.
En los días precedentes y con total apego a la lógica que aportaban las previsiones meteorológicas, personas entradas en años asociaban las similitudes del evento climatológico que se acercaba con el devastador huracán que 76 años atrás, en 1932, dejó una estela de miles de muertos en este marino poblado y el vecino Santa Cruz del Sur.
Nada fue ajeno a la fiereza de la naturaleza; a solo un escaso mes de haber pasado el demoledor Ike y en pleno proceso recuperativo se adoptaban medidas para evitar los daños materiales y humanos, cuando los fuertes vientos, asociados a Paloma, aceleraron la embestida del mar, dejando en su tránsito un panorama desolador.
Cifras elocuentes y comprobadas sobre el terreno dan fe, en todo el municipio, de 670 viviendas con afectaciones que contemplan derrumbes totales, parciales, daños de consideración en puertas, ventanas y techos, además de instalaciones de prestaciones de servicios, entidades económicas y los viales.
Si la fuerza del meteoro resultó imparable, irreductible respondió la voluntad popular para restaurar, en el menor tiempo posible, los cuantiosos deterioros causados por la Madre Natura.
Con los claros del día una avanzada de autoridades políticas y administrativas de la provincia y la localidad se personó en el lugar siniestrado, con el propósito de evaluar la situación e iniciar un grupo de acciones que permitieran recuperar la vitalidad de todo el municipio.
La respuesta de las personas afectadas y otras solidarias por la tragedia, no pudo ser más contundente: “¡esto lo levantaremos con esfuerzos, sudor, trabajo y mucho amor!”
Como si las sorpresas fueran pocas, la visita, el 10 de noviembre, del general de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y Ministros, rebosó las expectativas e insufló la confianza, nunca perdida en la Revolución.
Raúl, en un diálogo franco y con la naturalidad que lo caracteriza, explicó planes, proyectos. Escuchó a cada uno de sus interlocutores y envió un mensaje de aliento a todos los amancieros.
A partir de ese día, el tranquilo entorno guayabalero se convirtió por obra y gracia del empeño, el trabajo y el esfuerzo, en un verdadero taller de creatividad y consagración, donde las personas se desdoblaron y asumieron oficios no acostumbrados.
En pocas jornadas y tras sucesivas visitas de ministros y dirigentes a todos los niveles, la vitalidad se fue enseñoreando en la geografía de esa tierra bañada por las cálidas aguas del Mar Caribe y los estragos de Paloma comenzaron a ser reminiscencias de un pasado inolvidable.
Este sitio tuvo sus orígenes en el embarcadero del Surgidero de Guayabal o Cayo Romero. Fue considerado por las autoridades coloniales como Distrito Marítimo de Santa Cruz del Sur y hoy es asiento del primer puerto cubano construido después de 1959 para la exportación de azúcar a granel, de un establecimiento pesquero, una base de campismo y otras instituciones culturales y de beneficio socio económico, además de cuna de un pueblo que trabaja duro por un futuro mejor.
Hoy, al cabo de doce meses del paso del huracán que sacó al apacible poblado de Guayabal del anonimato, el panorama es diferente y se levanta una obra que es un monumento al sacrificio, a la dedicación y sobre todo una confirmación de que avanzamos con el convencimiento como dijera nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro, en una de sus reflexiones “Ni huracanes naturales ni huracanes de cinismo lograrán doblegar a la Revolución. Antes, como dijo Martí, se unirá el mar del Norte al mar del Sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila”
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