La Revolución: el mejor tributo a los caídos
Este 7 de diciembre resultó un amanecer diferente para los amancieros. Al filo de las ocho de una soleada mañana, la monolítica peregrinación salió del local histórico del sindicato azucarero, para luego de recorrer unos cinco kilómetros, llegar con el tributo popular a la Necrópolis Municipal.
Las motivaciones afloraban en cada rostro. Allí ante el sepulcro que atesora restos de los caídos en el sagrado cumplimiento del deber internacionalista, el solemne gesto se convirtió en homenaje y cada flor depositada en compromiso de continuar el legado venido del ejemplo del Lugar Teniente General Antonio Maceo Grajales y su ayudante, el bisoño Capitán mambí, Panchito Gómez Toro.
Las salvas disparadas por las integrantes del pelotón de ceremonias anunciaron al mundo, que Cuba entera confirmaba a esa hora la voluntad de continuar construyendo un Socialismo más puro, humano, solidario y sólido. Por eso la pionera Adianelis Céspedes Betancourt, evocó la resistencia y espartana actitud de Cinco cubanos prisioneros del odio y la venganza en cárceles de extrema seguridad en Estados Unidos, además de exponer la certeza en su regreso.
La postura firme de los combatientes de la Revolución Cubana, fundida en el acerado temple de un pueblo que no renuncia a sus tradiciones y que se apoya en la historia patria para emprender nuevos derroteros en el camino hacia el desarrollo, el bienestar y la solidaridad, marcó la veneración y la vindicación.
Cuando la bandera de la estrella solitaria ondeaba pletórica de libertad al compás de los acordes del tributo, el licenciado Julio César Fernández Cisneros, secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Amancio, multiplicaba la significación humana y digna de las gestas internacionalistas, a la vez que enaltecía la vigencia del legado de Maceo, Panchito y todos nuestros mártires.
El dirigente partidista significó que los 11 amancieros caídos en hermanas tierras, eran jóvenes de origen obrero y campesino. Personas humildes que no miraron la cómoda arista de la vida, sino el lado que los situaba en la senda del deber, para regar con su generosa sangre el camino de la libertad de sus ancestros africanos.
Por eso esta soleada mañana del 7 de diciembre, no sólo fue la conmemoración sincera de los 20 años de la Operación Tributo, sino la confirmación de un pueblo que hace del respeto a la historia un sacerdocio para empinarse en los vericuetos de la paz, la independencia y la justicia, y que defiende a su Revolución como el mejor homenaje a los caídos e justas guerras.
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