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Historia

Una iglesia para un poblado

Una iglesia para un poblado

Cuenta el investigador amanciero Vladimir Fernández Moreno, que  pasados los días fundacionales del principal núcleo poblacional del antiguo central Francisco, las clases vivas apostaron por dotar a la incipiente comunidad de una iglesia.

Es así, según el testimonio de marras,  que el  21 de marzo de 1937 queda sembrada en la anatomía del poblado la iglesia católica Santa Elena, como resultado de la iniciativa de varias damas de la sacarocracia lugareña. El cura en oficiar la primera misa fue el párroco Ignacio Hualde.

Entre las distinguidas mujeres que dieron riendas sueltas a la materialización de la  idea, el investigador Fernández Moreno cita a Isabel Carolina Moya, matrimoniada con el Dr. Sosa Quesada; Carmen de la Torre, esposa del dueño de la tienda de El Batey, y Dora Smith, casada con Bernardo Besos.

En la jornada inaugural del sacro recinto estuvo presente Monseñor Pérez Serante, Arzobispo de Camaguey.

El financiamiento para la obra se recaudó a partir de la realización de verbenas y otras fiestas populares, aunque testimonios de la época refieren que el mayor aporte provino de lo bolsillos de algunos comerciantes.

Ubicada en la confluencia de la calle A y la Avenida  Primera (Calle de Los Cocos), la  iglesia Santa Elena abre su puerta principal en dos hojas. Su fachada está rematada por un arco. La cubierta es de tejas francesas a dos aguas. Una cruz latina se levanta sobre el campanario y a ojos vistas exhibe un estilo ecléctico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los carnavales del "Francisco"

Los carnavales del "Francisco"

Por: Vladimir Fernández

Investigador museo municipal
Las primeras manifestaciones de carnavales en el territorio que actualmente ocupa el municipio de Amancio,  surgen entre la década del 30 y el 40 del pasado siglo, inspiradas por las fiestas de San Juan en Camagüey y las de San Joaquín en Manzanillo.
En esta época se organizó la primera comparsa que se llamó “Barba Azul”, ideada por Josefa Díaz y Diosmedes Pérez, la misma estaba patrocinada por la cerveza Hatuey, quien aprovechaba la alegría popular para darse publicidad.

Los verdaderos carnavales surgieron en la década de 1950, exactamente a finales de 1953, cuando un grupo de personas se reúnen en los  salones de la sociedad “Unión Club” (club de los negros), con el objetivo de hacer realidad la idea de Mario Zayas: crear los carnavales. De esa reunión surgió un Comité Ejecutivo presidido por el activo joven Rafael Carbonell Díaz y encargado de organizar los festejos.

Posteriormente se sucedieron varias reuniones que dieron forma a los carnavales, los cuales adoptaron el nombre de San Francisco, declarándose como fiesta Patronal, por lo que se acordó realizarla el 4 de octubre de cada año. Con el consentimiento del Comité Ejecutivo refrendado por la Empresa The Francisco Sugar Company, los carnavales de San Francisco, cada año, durarían cinco días. 

En septiembre de  1954 la compañía The Francisco Sugar Company, propietaria del central, y el Ayuntamiento de Santa Cruz del Sur, autorizaron la celebración de las fiestas durante los días 2, 3 y 4 de octubre del propio año, dando origen al  primer carnaval.

Al año siguiente la comisión del carnaval constituyó un reglamento, el cual recibió la aprobación por parte del ayuntamiento gracias a la ayuda del Concejal Modesto Cisneros Ruiz; además, parte de las recaudaciones serían destinadas a la compra de una ambulancia.

Para estos primeros festejos se organizaron dos comparsas tradicionales: la del barrio Los Mangos, nombrada “Los Cadetes”, organizada por Mario Zayas y la del barrio Los Motores, denominada “Los Indios Chéveres“.

A lo largo de los años han participado en nuestros carnavales orquestas y figura de renombre de nuestro país, entre ellas de las que se puede destacar: la orquesta Aragón, Benny Moré y su Banda Gigante, Estrellas Cubanas, Riverside, Los Hermanos Avilés, Los Latinos y otras, además de Rosita Fornet, Farah María y Pancho Alonso.

Desde los primeros carnavales se han destacado varias áreas,  dentro de  éstas se puede citar: calles “D”, "C", "B" y avenida “Los Cocos”.

De horrendo crimen a riña tumultuaria

De horrendo crimen a riña tumultuaria

Todo sucedió alrededor de la una de la tarde del 18 de septiembre de 1949. El  crimen se produjo en un abrir  y cerrar de ojos. Todo estaba preparado. La asamblea fue convocada con un propósito: la ceñuda muerte cobraría dos víctimas.

Cierto que los líderes sindicales Amancio Rodríguez y José Oviedo Chacón, estaban condenados a morir. Sus ideas cargadas de justicia, sus posturas dignas, sus recias y humildes personalidades constituían las causas que justificarían el horrendo asesinato.

Amancio y Oviedo fueron masacrados en el interior del local del sindicato de los trabajadores azucareros del central Francisco y sus colonias, en medio de una asamblea que se perfilaba como tribuna para las demandas obreras, pero la traición apagó la voz que clamaría justicia, al adueñarse del proletario local.

Todos concuerdan que la orden para el despreciable hecho fue despachada desde el Palacio Presidencial. La fatídica misión encomendada al connotado asesino conocido por “El Burro”, tenía, sin dudas, todas las credenciales de la autoría  del presidente de turno, Ramón Prío Socarrás y de Eusebio Mujal, gángster que usurpaba los destinos de la CTC.

La complicidad gubernamental se evidenció en la presencia estratégica de elementos de la Guardia Rural en las cercanías del Sindicato, cuyo objetivo era proteger a los potenciales criminales, mientras que los representantes de la Francisco Sugar Co, se encargarían del sostenimiento de las familias de los homicidas, además  de pagar su defensa en una causa radicada como “riña tumultuaria”.

Ante la provocación premeditada, Amancio avanzó al podio. Chacón lo siguió resueltamente. Como relámpagos, los disparos homicidas, cegaban dos fecundas vidas. La lógica confusión, provocó la estampida de los  trabajadores reunidos en el local. Luego, vino la sentida exclamación: “han matado a Amancio”.

El empuje proletario obligó a detener a los asesinos. Los representantes de la justicia radicaron la causa como “riña tumultuaria”, y sobre esa base dictaron los fallos equivalentes a un veredicto de libertad. Tres de los autores del crimen archivaban antecedentes penales.

Sólo con la clarinada del Primero de enero de 1959 y el nacimiento de una nueva era para nuestro  pueblo, la justicia concretó las proféticas palabras del verdadero representante de los sindicatos cubanos, Lázaro Peña, cuando en el entierro de Amancio y Oviedo dijo: (…) ¡ese crimen no quedará impune; ese crimen será vengado. Y cuando eso ocurra, este central se llamará Amancio Rodríguez! (…)

 

 

Maboas, 42 años en el batallar de las ideas

Maboas, 42 años en el batallar de las ideas

El 5 de abril de 1970, en medio del fragor por concretar la proeza productiva de la  zafra de los 10 millones e  impulsar la principal actividad económica del país, en el municipio de Amancio surcó el éter una señal radiofónica,  signada por el vaivén de cañaverales y el inconfundible olor a meladura.
Radio Maboas, identificada por sus más de 40 trabajadores como "La Novia Sonora del Guacanayabo", vino a ocupar un espacio preferencial como medio de difusión en esta zona de la actual provincia de Las Tunas.
La visión futurista de Haydée Santamaría Cuadrado y Armando Hart Dávalos, a la sazón dirigentes políticos en el oriente cubano, permitió, en estos lares de ricas tradiciones de luchas por vindicaciones campesinas y obreras, el surgimiento de un medio para fomentar la información y la educación de las masas.
"Hoy -al decir de la licenciada Nelsy Rubén Larroche, directora general de esta planta radial-, nuestras fortalezas radican en la entrega de artistas, periodistas y técnicos por brindar a nuestro pueblo un producto con una factura  y calidad que se corresponda con las necesidades y apetencias de un pueblo cada vez más culto”.
Destacables en este sentido son los resultados del último Festival de la Radio, en Las Tunas, evento en el cual prácticamente arrasaron los concursantes amancieros, trayendo a estas tierras el Gran Premio y otros nueve primeros lugares, además de ganar en buena lid la sede de la próxima competencia de los radialistas del territorio.
"…Desde el escenario histórico de los líderes azucareros Amancio Rodríguez Herrero y José Oviedo Chacón, transmite…"  De esta forma se identifica cada día esta radioemisora poniendo a consideración de sus oyentes, durante 14 horas, una tira de programación (30 programas de origen propio) donde predominan la orientación,la información y la recreación.
Espacios como Mañanitas mexicanas, Maboas 3480, Esta es la Historia y Mundo Pioneril, identifican a Maboas desde su fundación, aunque con el paso de los años se insertaron otros de particular audiencia, entre ellos: Tiempo, la Discoteca de la tarde, Difusión y  Micrófono Abierto, además de una edición en el ciberespecio.
Entre el Oriente rebelde y el Camagüey legendario transmite Radio Maboas, emisora del sur de Las Tunas, que desde hace 42 años se afianza en el batallar de las ideas y el acontecer cotidiano de esta comarca oriental.

El nacimiento de un líder

El nacimiento de un líder

La  tranquilidad del día rompe la rutina. El ambiente se torna tenso. La lírica del  canto de un sinsonte se pliega en cómplice fusión a la espera del alumbramiento. Valeriana está sudorosa; los dolores son irresistibles. Basilio bebe de un sorbo la taza de café recién colado. Al fin el grito de la criatura: ¡Es varón!,  exclama la comadrona.
Es 16 de octubre de 1917. El regocijo colma la colonia de Cuatro Caminos, del barrio camagüeyano de Cascorro. El niño recibe por nombre Amancio Rodríguez Herrero.
Desde joven se inclina hacia los senderos de  la justicia y lleva como estrella  un destino que lo une irremediablemente a compartir su suerte con cuanto desposeído esté cerca de él.
Así se van desgranando acontecimientos que lo convierten en un fervoroso defensor de los humildes. Realiza labores agrícolas de cualquier tipo, se caracteriza por su empeño en cada tarea acometida. Gana la militancia del Partido Comunista. Estudia, se supera y trabaja sin descanso. Crece su prestigio.
Se convierte en indiscutido líder de los trabajadores azucareros. Deambula cañaverales y todas las áreas del ingenio, De reunión en reunión capta aspiraciones proletarias. Pleitea con los representantes de la compañía norteamericana dueña del central Francisco. Gana uno tras uno los pleitos.
Ya es una  personalidad respetada por su firmeza de principios. Lo aclaman las masas. Asume como timonel los destinos del sindicato de los trabajadores azucareros. Ocupa cargos directivos en el Partido. Ya es un hombre maduro.
En medio de la vorágine de las luchas obreras y de apoyo al campesinado, hace familia. Dos varones vienen a llenar de afectos el poco tiempo que queda de los trajines sindicales. Crece el peligro. Llegan  las advertencias. No escucha, sigue al frente de la batalla de las vindicaciones proletarias.
La muerte acecha vestida con el velo de la  traición. El deber lo llama. Amancio no desmaya, se afinca en los principios y asiste a la conjura, donde, junto a su inseparable compañero José Oviedo Chacón, es asesinado. Es 18 de septiembre de 1949.
El crimen no quedó impune. Con la alborada de enero, casi diez años después, llega la justicia. En las altas chimeneas del ingenio nacionalizado, el pueblo escribe con trazos de honra y perpetuidad el nombre que signa para la eternidad a esa fábrica: Amancio Rodríguez Herrero.


El médico del Moncada

El médico del Moncada

Corría el año 1949 cuando llega al pueblo de Colón un hombre presa de la desesperación y el dolor por la  enfermedad de una pequeña hija, además de la angustia por la ausencia casi total de dinero en sus bolsillos. Un conocido  le recomendó una consulta  particular. Ante la inminencia de la lluvia y lo avanzado del día, el afligido padre no lo piensa más. La niña fue atendida con especial esmero por el médico que al terminar pregunta - ¿dónde usted vive?...

--  En un lugar distante a 5 kilómetros de aquí, señor.
--  Usted no puede llevarse a la niña en el estado en que se encuentra.
--  Pero doctor, reclamó el hombre, no tengo otro sitio donde llevarla

A lo que el galeno en actitud donde sobresalía un profundo humanismo, respondió enérgicamente:

--  ¡Esta niña se quedará en mi casa!

Ese médico nació el  26 de julio de 1912, en la matancera ciudad de Colón, donde cursa sus primeros estudios, bajo la guía y orientación familiar, a pesar de la modesta  posición económica en el hogar.

Matricula medicina en La Habana. Como otros jóvenes que vive de frente a su tiempo ingresa en el Directorio Estudiantil Universitario, combatiendo desde sus filas al agonizante régimen de Gerardo Machado hasta su caída, cuando  regresa  a las aulas universitarias, destacándose por su posición revolucionaria

En 1942 se gradúa de médico y se dispone a ejercer su profesión en el terruño natal,  donde es sorprendido por el artero golpe de estado proimperialista escenificado por Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, suceso que empeoraba la situación de la mal llamada República, pues las bayonetas de la reacción más desmedida asumieron el poder.

Apenas transcurridos unos meses de la repugnante e impopular traición castrense, la Generación del Centenario, encabezada por Fidel castro, se dispuso a vindicar los ideales martianos por la vía de la lucha armada.  Su casa se convirtió en sitio de reuniones con la participación de jóvenes con inquietudes revolucionarias, entre  ellos Fidel Castro y los hermanos  Haydee y Abel Santamaría.

El  médico era aficionado  al deporte, a la aviación y a la radiotransmisión. Sus conocimientos  de radioaficionado los utiliza para servir a la patria encadenada. En esos trajines construyó varias plantas por encargo de Fidel Castro para ponerla al servicio del movimiento revolucionario.

Partió de Colón  un día de julio de 1953 hacia Santiago de Cuba, en memorable viaje hacia la historia. Participó en el grupo de Abel Santamaría en la toma del hospital Saturnino Lora, donde es apresado y ultimado salvajemente.

Exactamente a los 41 años de vida caía el valiente profesional, revolucionario de limpia trayectoria, enemigo de la corrupción y la politiquería. El joven que supo situarse al la altura del momento histórico que le correspondió vivir: Mario Muñoz Monroy, el médico del Moncada. En su valiente alegato de autodefensa, conocido como “La historia me absolverá”, Fidel Castro expresó:
(...) el primer prisionero asesinado fue nuestro médico, el doctor Mario Muñoz que no llevaba armas, ni uniforme y vestía su bata de galeno; un hombre generoso y competente que hubiera atendido con la misma devoción, tanto al adversario como al amigo herido (...)

Lo que no pensaron sus asesinos fue que con el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, la figura de Mario Muñoz Monroy, se multiplicaría en miles de médicos que prestarían sus servicios y conocimientos desinteresados en cualquier rincón del mundo. Que en cada estudiante de medicina está presente su ejemplo,  como lo está en la obra de la revolución que gestó.

En otra parte de la “Historia me absolverá” Fidel declaró: (…) mis compañeros, no están ni olvidados ni muertos; viven hoy más que nunca y sus matadores han de ver aterrorizados como surge de sus cadáveres heroicos el espectro victorioso de sus ideas (…)































57 del 26 en Guayabal

57 del 26 en Guayabal

Como si fueran pocas las emociones para los amancieros que residen en el costero asentamiento de Guayabal, la máxima dirección  del Partido Comunista de Cuba, decidió otorgarles la sede de las celebraciones municipales por el 57 aniversario de las acciones del 26 de julio de 1953,  en Santiago de Cuba  y Bayamo.

El otorgamiento tiene su fundamento en el esfuerzo colectivo desarrollado en ese asentamiento para lograr la recuperación tras el paso del huracán Paloma, en noviembre de 2008.

También se tuvo en cuenta el altruismo y capacidad de entrega en la edificación de una nueva comunidad, construida para los damnificados por el meteoro y el cumplimiento de importantes programas de beneficio popular.

El costero poblado de Guayabal,  visitado por el presidente cubano, Raúl Castro Ruz, en noviembre de 2008,  es el principal polo veraniego del municipio  y  está  ubicado a unos 20 kilómetros de la cabecera municipal y sirve de asiento a importantes entidades económicas y sociales como la terminal para la  exportación de azúcar, el establecimiento pesquero, una base de campismo, escuelas, cine y  sala de rehabilitación, entre otras instituciones.

Haití en la evocación

Cuando los terribles sucesos acaecidos en tierras haitianas, el pasado mes de enero, provocados por un sismo de considerables proporciones que  obligó a este insensible mundo  a tornar sus miradas frías y prepotentes hacia la  humilde y subdesarrollada   nación caribeña, se cruzaron en mi mente imágenes de la infancia, donde muchos de sus protagonistas eran hombres venidos de esos lares.

Como evidencias  perdurables se aparecieron a las puertas de mis recuerdos muchos de aquellos negros bonachones, prestos al servicial gesto, respetuosos, ataviados de místicas  historias, que sobre sus cuerpos heridos por el trabajo cargaban con una buena carga de subestimación y añoranzas.  Hablaban diferente, aunque entendible. Respondían a nombres tan ajenos como la tierra que los acogía  como fuerza laboral  por imponderables de la vida.

De ahí la presencia cotidiana y hasta de cierta forma familiar, de aquellos personajes que atendían al ser llamados como  Dudú, Apolonio, Culebra, Blanco, Pití, Hipólito, Tifán o Francisco. El azadón imperturbable sobre el hombro, compitiendo con el pequeño jolongo.  El machete colgando de la cintura como talismán o resguardo. La mirada noble. La vestimenta denunciando  largas jornadas laborales perfumadas del sudor de un cuerpo agitado por el vaivén del tórrido clima cubano.

Sus arraigadas costumbres, ritos y creencias eran portados al indiscreto disimulo. Nunca faltaban a la palabra empeñada y gustaban de contar historias de su bendita tierra. De esa que traían el gusto por las viandas hervidas, el pescado, el dulce de maní y  el “tafiá” que embriagaba sus noches de soledades y nostalgias.

Nunca encontraron la fortuna prometida. Echaron sus años mozos en mezquinos barracones o pequeños ranchos. Las guardarrayas fueron sus campos de sostenimiento. Muy pocos formaron familia o regresaron a la tierra de sus ancestros. Carcomidos por el desarraigo y malchitas sus fuerzas corporales e ilusiones, fueron presas de la ancianidad, aunque siempre contaron con el cariño y la consideración de sus conocidos y vecinos.

Así, en esas meditaciones encontré en mí papelería unas notas salidas del empeño investigativo del licenciado Vladimir Fernández Moreno, especialista del Museo Municipal, donde relata el arribo de aquellos hombres de semblante apacible e incalculable laboriosidad a nuestras comarcas.

Escribe Vladimir que a inicios del siglo XX comienza a producirse en Cuba un fenómeno que se conoce como la migración de braceros antillanos, que tuvo como causa principal, las necesidades en la industria azucarera, de una mano de obra que fuera en extremo barata. Para ello se aprovechó la desesperación de muchas familias que habitaban esas islas. Incidiendo fundamentalmente, la inmigración procedente de Haití  y Jamaica.

El central Francisco, hoy Amancio Rodríguez, no escapó de este fenómeno. Las personas procedentes de esas tierras caribeñas, trataron en lo posible, de mantener vivas sus tradiciones culturales, las cuales, fueron trasmitidas a sus descendientes, quienes las asumían en ocasiones íntegramente, otros las  reinterpretaban o sincretizaban.

Según el especialista del Museo local, la necesidad de mano de obra barata de las  compañías norteamericanas que fomentaban los  centrales de azúcar en las provincias orientales, se vio favorecida por la política de las autoridades de los países emisores, que estimulaban la emigración. En el caso de Haití, la ocupación norteamericana suprimió todo viso de soberanía y ubicó al gobierno en condiciones de protectorado; cuestión que permitió la emisión de trabajadores agrícolas hacia los ingenios de Cuba y Santo Domingo.

“Este negocio contó con el apoyo de los gobiernos cubanos del período, que dieron cobertura legal a tal empresa dado los beneficios que proporcionaba. Los datos estadísticos ilustran, por sí solos, el significativo papel de los países caribeños en el proceso productivo durante los primeros años del siglo XX: ...Jamaica y Haití en conjunto aportaron el 95% de los braceros del primer tercio del siglo. De 1913 a 1930 entraron en nuestro país más de 500.000 haitianos, mientras que de 1913 a 1921 lo hicieron 75. 000 jamaicanos...”

“Como era de esperar, el traslado de estos trabajadores, no fue un proceso improvisado; se estableció todo un mecanismo oficial mediante el cual se le daba un viso de legalidad que permitiera, llegado el caso, exigir una permanencia por parte del emigrante en el lugar a que era asignado, si éste, dada las condiciones de trabajo, pretendiera abandonar el sitio”

“El convenio era  firmado entre la representación legal de la compañía y el contratista haitiano. En el documento el contratista se comprometía  a traer de Haití un número de trabajadores para las faenas agrícolas del central, fijando la fecha de recepción dentro del período inicial de la zafra y siempre por un puerto próximo al ingenio. Tales precisiones  no resultan casuales, ellas garantizaban, primero, la necesaria mano de obra durante la etapa de zafra y nunca antes, evitando, no solo, que se experimentasen problemas por falta de fuentes de empleo durante esta etapa con las consabidas consecuencias que ello podría traer, sino también, que se organizaba así un servicio rápido de arribo a los lugares donde eran asignados los braceros según el previo acuerdo”

“Lo anterior, igualmente, tenía un trasfondo económico de beneficio para la compañía contratadora, pues esta  era la encargada de pagar la cantidad convenida por cada hombre entregado a bordo del ferrocarril en el paradero que se señalara. El dinero abonado cubría los gastos del pasaporte, las gestiones desde Haití, las comidas, el pasaje de Haití a Cuba, los trámites de la emigración, etc”

“Las condiciones que debieron afrontar esos emigrantes antillanos en la Isla fueron pecaminosas.  Aunque el contrato establecía que serían empleados en las labores del campo, dado su bajo nivel, frecuentemente, fueron confinados a los lugares más apartados y en precarias condiciones de vida; en la mayoría de los casos compartían con los obreros agrícolas cubanos las pésimas condiciones sanitarias,  de vivienda y alimentación que se les daba”

“Algunos  jamaicanos tuvieron mejores empleos porque conocían ciertos oficios y se comunicaban mejor; en cambio los haitianos fueron víctima de la explotación capitalista: el engaño, el pago de jornales inferiores, la venta de artículos de baja calidad, entre otros abusos, evidenciando así una
nueva faceta de la terrible vida del trabajador agrícola cubano, en este caso, agudizada por dos cuestiones  de gran relevancia: la condición de emigrantes y la de negros”

Braceros haitianos en el antiguo central Francisco

“La familia Rionda, de origen asturiano con descendencia cubana y nacionalizada americana, fundó en 1914 la Cuban Cane Sugar Corporation; además del Francisco, adquirió el central Washington en Las Villas y construyó los centrales Manatí, La Vega, Elia y Céspedes. Invirtió 50.000 pesos en la adquisición de los ingenios Stewart,  Morón, Lugareño, Violeta y Jagueyal, en Camaguey; Socorro, Mercedes; entre otros tantos, evidencia del poder adquisitivo de la familia”

“La construcción del ingenio el Francisco se inició en el año 1899, cuando  Francisco Rionda y Polledo compró algunos terrenos pertenecientes a Salvador Cisneros Betancourt en la región de Camagüey. A través del puerto de Guayabal entraron los materiales para su construcción, siendo conducidos a través de la vía férrea en un tramo de 16 kilómetros. En 1902, con el estreno de la República, realizó el Francisco su primera zafra”


“La insuficiente disponibilidad de mano de obra, algo que era deficitario en la región, provocó la  imprescindible  contratación de braceros antillanos: “Trescientos mil haitianos partieron de Haití rumbo a Cuba. Entraron legalmente entre 1915 y 1929, doscientos mil cuatrocientos sesenta y ocho; los demás llegaron ilegalmente en los barcos de la United Fruit Co. y de otras empresas”
 
“Los primeros haitianos retornaron  a su país al concluir la zafra azucarera, sin embargo, poco tiempo después, y evidentemente movido por intereses recíprocos, los dueños de centrales y los de cafetales llegaron a un acuerdo mutuo, así cuando finalizaban las labores de la  zafra los braceros se trasladaban a los cafetales para recoger el aromático grano”

“Las condiciones en las colonias cañeras de La Matilde, La Hortensia, entre otras del Central Francisco, eran difíciles. Mientras hubiese capacidad  eran ubicados en barracones de madera y cinc, una vez llenos estos sitios, los restantes eran trasladados a corrales o al aire libre. Les pagaban con vales o fichas que les servían para comprar, solamente en la tienda del central y las colonias”

“En el trabajo eran muy productivos y los organizaban en grupos, bajo la jefatura de un contratista, que era también haitiano, y cuya función era vigilar el corte y alza de la caña. Se alimentaban con boniatos, maíz tierno, harina seca, pan, arenques, bacalao, tasajo y bebían guarapo”

“Si bien es cierto que muchos de ellos emparentaron con nativos y formaron familias estables de las que nacieron niños a los que los cubanos llamaban “pichones”, también persistieron ciertas costumbres y tradiciones propias. Así, por ejemplo, cuando enfermaban mantenían las practicas comunes de curaciones, las que despectivamente a veces eran calificadas de brujería, pues los rezos eran acompañados de la utilización de yerbas, tisanas, manteca de coco y otros medios; incluso algunos de los nacidos de esa unión con cubanos y cubanas, si bien se acriollaron adaptándose a las normas y practicas propias del país, mantuvieron algunas de las costumbres de sus padres”

“A pesar de las difíciles condiciones en que debieron convivir, los haitianos que se asentaron en la zona sur de la provincia de Las Tunas formaron comunidades estables, muy cohesionadas aunque de una forma peculiar en lo que a estabilidad geográfica se refiere; pues durante la zafra se movían en los cortes de cañas en zonas llanas, y luego se iban a recoger café a zonas montañosas de Oriente. Es decir, se trasladaban de una región a otra en busca del sustento. A pesar de los embates de un medio francamente hostil, lograron preservar los rasgos esenciales de su identidad nacional”

La aurora de enero

El primer día de enero del noveno año de la década del 50 del pasado siglo, trajo un terremoto de esperanzas e ilusiones para todos los seres humanos.  Los haitianos que llegaron como mano de obra barata y sirvieron de braceros en nuestra principal industria, fueron reconocidos y estimados como personas.

Cabalgan con singular tropel en  mis recuerdos los fulgores del primer Hogar de Ancianos Antillanos de Cuba, edificado en este municipio de Amancio. Instalación asistencial que acogió con el calor propio de una humana cobija a la zaga de haitiano y jamaicanos llegados años atrás para ser presas de la desesperanza y la explotación desmedida. Allí en medio de la campiña  renacieron alegrías, el creole volvió a ser puente de comunicación, las lejanas costumbres no disimularon la evidencia  y Haití la tierra de origen, pasó a ser una heredad de referencias y añoranzas.

Hoy en cada voluta de las humenates chimeneas de nuestra fábrica de azúcar, va la recordación a aquellos braceros que sembraron la simiente de un proceso agroindustrial que es fragua y forja de identidad

Por eso cuando las televisoras muestran desoladoras imágenes que perpetúan la triste historia de esa hermana nación, donde más de 200. 000 personas han muerto, no podía abstenerme de la evocación sincera por  la presencia cotidiana y hasta de cierta forma familiar, de aquellos personajes que  al ser llamados  respondian a nombres como  Dudú, Apolonio, Culebra, Blanco, Pití, Hipólito, Tifán o Francisco.

El revolucionario de todos los tiempos

El revolucionario de todos los tiempos

La imagen de Martí —el revolucionario que habló para ayer y para hoy— es como esos árboles gigantes que mientras más tiempo pasa sobre ellos, más afianzan sus raíces y crecen.

Martí echa raíces y sin descanso crece —no bajo yerba, sino sobre la tierra—, y crecerá todos los años y todos los días en el trabajo creador de los cubanos, en los esfuerzos revolucionarios de su pueblo.

Lo hemos visto crecer en los desfiles escolares de los niños que él tanto amó; en los recitales, cantos y conciertos populares; en los solemnes homenajes ante sus monumentos.

Los vínculos entre el pensamiento y la acción del hombre que fermentó la guerra del 95 y el pensamiento y la acción de los hombres que desencadenaron el actual proceso revolucionario, son tangibles. Uno y otro son tesis y síntesis de que cuando las condiciones lo exigen, el pueblo organiza y crea la vanguardia revolucionaria para resolver sus tareas históricas.

La concepción martiana acerca de la necesidad de un partido para la organización y dirección de la lucha revolucionaria sirve de inspiración a nuestro Partido para dirigir la Revolución y la construcción del socialismo en nuestro país: en la Patria del hombre que pensó y actuó visionariamente, del hombre cuyas ideas fecundaron las de las generaciones que le siguieron, del hombre que no fue voz que recorrió soledades, sino pensamiento y acción que halló multitudes.

Hay tres núcleos conceptuales que entrelazan el Partido Revolucionario Cubano fundado por el "autor intelectual del asalto al cuartel Moncada" y nuestro Partido: la revolución como un proceso orientado y organizado; la participación imprescindible de las masas en ese proceso; el peligro del imperialismo norteamericano para el porvenir de los pueblos de nuestra América.

El amor de Martí a la Patria, su lucha por la libertad, sus ideas y sus acciones, y su ejemplo inagotable, quedan como estímulo perdurable sin término previsible; él es y será un revolucionario de todos los tiempos.

Recuerdan Combate Rebelde en el municipio Amancio

Recuerdan Combate Rebelde en el municipio Amancio

El 20 de diciembre de 1958 un grupo combatientes del Ejército Rebelde, dirigidos por el capitán Roberto Cruz, emboscó en el lugar conocido como la Cantera, a unos 6 kilómetros del principal núcleo urbano del central Francisco, actual municipio de Amancio, a una tropa  del dictador Fulgencio Batista.

Después del triunfo del primero de enero de 1959,  las nuevas generaciones llegan hasta este sitio, donde perdieran la vida el revolucionario René Almanza y el joven César Suárez, como homenaje póstumo y recordación.

El hecho que trascendió en nuestra historia como el Combate del Kilómetro  SEIS, constituye el fracaso  más importante de las fuerzas de la tiranía batistiana  en la antigua provincia de Camaguey.

Los rebeldes conociendo el movimiento de una tropa enemiga por el camino que unía al central Francisco con el poblado de Guáimaro y aprovechando las excelentes condiciones del lugar, diseñaron una emboscada contra  dos camiones repletos de soldados.

Los atacantes ocasionaron a las fuerzas castrenses 13 muertos y más de dos decenas de heridos, además de capturar un rico botín con moderno armamento y suficientes municiones.

Al recordar la efemeride, Antonio Fernandez Delgado, representante  gubernamental en el municipio por la circunscripción 64, rememoró pasajes del combate y destacó la valentía de aquel grupo de hombres mal armados y en desventaja numérica que dieron una lección de amor a la libertad.

En el acto por el 51 aniversario del Combate del Kilómetro SEIS, participaron Leonides Núñez, protagonista de la acción bélica, Enrique Cisneros, combatiente del Ejército Rebelde y pobladores y estudiantes de esa comunidad amanciera.

La Revolución: el mejor tributo a los caídos

La Revolución: el mejor tributo a los caídos

Este 7 de diciembre resultó un amanecer diferente para los amancieros. Al filo de las ocho de una soleada mañana, la monolítica  peregrinación salió del local histórico del sindicato azucarero, para luego de recorrer unos cinco kilómetros, llegar con el tributo popular a la Necrópolis Municipal.

Las motivaciones afloraban en cada rostro. Allí ante el sepulcro que atesora  restos de los caídos en el sagrado cumplimiento del deber internacionalista, el solemne gesto se convirtió en homenaje y cada flor depositada en compromiso de continuar el legado venido del ejemplo del Lugar Teniente General  Antonio Maceo Grajales y su ayudante, el bisoño Capitán mambí, Panchito Gómez Toro.

Las salvas disparadas por las integrantes del  pelotón de ceremonias anunciaron al mundo, que Cuba entera confirmaba a esa hora la voluntad de continuar construyendo un Socialismo más puro, humano, solidario y sólido. Por eso la pionera  Adianelis Céspedes Betancourt, evocó la resistencia y espartana actitud de Cinco cubanos prisioneros del odio y la venganza en cárceles de extrema seguridad en Estados Unidos, además de exponer la certeza en  su regreso.

La postura firme de los combatientes de la Revolución Cubana, fundida en el acerado temple de un pueblo que no renuncia a sus tradiciones y que  se apoya en la  historia patria para emprender nuevos derroteros en el camino hacia el desarrollo, el bienestar y la solidaridad, marcó la veneración y la vindicación.

Cuando la bandera de la estrella solitaria ondeaba pletórica de libertad al compás de los acordes del tributo, el licenciado Julio César Fernández Cisneros, secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Amancio, multiplicaba la significación humana y digna de las gestas internacionalistas, a la vez que enaltecía la vigencia del legado de  Maceo, Panchito y todos nuestros mártires.

El dirigente partidista significó que los 11 amancieros caídos en hermanas tierras, eran jóvenes de origen obrero y campesino. Personas humildes que no miraron la cómoda arista de la vida, sino el lado   que los situaba en la senda del deber, para regar con su generosa sangre el camino de la libertad de sus ancestros africanos.

Por eso esta soleada mañana del 7 de diciembre, no sólo fue la conmemoración sincera  de los 20 años de la Operación Tributo, sino la confirmación de un pueblo que hace del respeto a la historia un sacerdocio para empinarse en los vericuetos de la paz, la independencia y la justicia, y que defiende a su Revolución como el mejor homenaje a los caídos e justas guerras.

Cincuenta años de un poema amanciero para Camilo

Cincuenta años de un poema amanciero para Camilo

Llegó a nuestra redacción con su imagen bonachona, caminar pausado y un cuerpo con algunas libras de más. Traía en sus manos un “tesoro” guardado durante 50 años.

Manuel Mayoral Betancourt cuenta que su “tesoro” es un recorte del periódico El Camagüeyano, donde se publica un poema dedicado al legendario comandante Camilo Cienfuegos, a un mes de su desaparición física.

En sus callosas manos de experto zapatero, Mayoral, como es conocido en todo Amancio y en particular en el reparto La Carretera, muestra los versos aparecidos el 21 de noviembre de 1959, y guardados celosamente por su esposa Cecilia María Pérez González (fallecida).

Relata Mayoral que la autora de la obra, la amanciera Elena Rosa Torres, envió el poema al rotativo como muestra del cariño y afecto, además del pesar por la muerte del Héroe de Yaguajay.

La composición poética titulada “A Camilo Cienfuegos donde quiera que se encuentre”, expresa el sentir de una mujer sensible y apasionada, capaz de volcar en tinta y papel la admiración hacia el hombre que se había convertido en una leyenda viva en su afán por alcanzar la plena independencia de la patria.

Por eso, cuando los ríos, arroyos y mares se inunden de flores, dedicadas a Camilo Cienfuegos y a sus acompañantes (primer teniente Luciano Fariñas Rodríguez y el soldado Félix Rodríguez Martínez) en aquel aciago vuelo, en ese homenaje estará también el tributo de Elena, Cecilia María, Mayoral y todo un pueblo.

Fragmento del poema:

¿Por qué te fuiste? ¿Dí, por qué te fuiste?...
¿Qué nube negra celosa de tu hombría
te enredó en su traicionero manto, arrastrándote consigo
hacia el mundo insondable del abismo?.
¿Quién pudiera saber, dónde te encuentras?.
Para arrancarte de sus negras garras
y devolverte a Cuba, tu novia amada.

Fulgores de septiembre

Fulgores de septiembre

Es 18 de septiembre del año 1949. El odio y la perfidia se agazapan tras el manto inescrupuloso de las miserias humanas. La traición asoma su rostro vestida con el ropaje de la crueldad y la ambición. A su encuentro marchan la dignidad y la honra ataviadas con la ascendencia de los símbolos y el absoluto respeto a la justicia.

El salón es amplio. Por los  grandes ventanales penetran los rayos solares como presagio de la tragedia. Es pasado el  mediodía. Poco a poco los largos bancos son ocupados por inquieta, ardiente y engañada muchedumbre, que entona en silencio el himno de la demanda y la vindicación.

La maldad impera. El crimen se consuma. La muerte asola. No hay lágrimas secas, sino fértiles promesas. Se agita el torbellino enardecido. Dos cuerpos inertes están tendidos, pero  un inmenso manantial de ideas nace y recorre cañaverales, se endulza en los basculadores y tachos. Se purga y despeja lo impuro, mientras lo puro se  disemina cual promesa visionaria  anunciadora de que “la muerte es la forma oculta de la vida”.

El Dios Cronos enlaza minutos, horas y días. Al cabo de diez años, el verde y el olivo toman por asalto destinos y la justicia desembarca vestida de patria. Las barbas y melenas largas  presagian el cambio y la vindicación. Se yerguen las humeantes chimeneas, mientras  las densas volutas cantan a los cuatro vientos el nacimiento de una nueva era.

No más mayorales. Distantes quedan el tiempo muerto y las huelgas que lloran sus cuitas al hombro del hambre y el desalojo. El plan del machete se cobija en el caqui carmelita ante el empuje del azul y el verde que, en popular comunión, enhebran la aguja de la esperanza y transitan los senderos sembrados de mariposas florecientes y  dulces cañaverales.

La  ronca profecía del eterno capitán proletario se cumple. El simple obrero propone y la muchedumbre enardecida, salpicada de justicia, calza la honra y decide retomar la promesa. Dos nombres se inscriben para siempre en el horizonte sagrado de la eternidad, “brillan de esperanza los rostros de los hombres, y cargan en sus brazos haces de palmas, con que se alfombra la tierra...” y reposan los que dieron todo de sí e hicieron bien a los otros.

Es 18 de septiembre de 2009. Seis decenios quedan en los tropiezos, andares y la fecundidad. Un pueblo se renueva inspirado en el legado. Se mezcla con el ejemplo y  asiste con férrea prestancia al paritorio del homenaje sincero y eterno para encausar por los siglos de los siglos la vehemencia de una realización popular cincuentenaria, porque “el llanto es de placer, y no de duelo, porque ya cubren hojas de rosas las heridas que en las manos y en los pies hizo la vida a los muertos”.

 

 

Ese padre que fue José Martí

Ese padre que fue José Martí

¡Un hijo es el mejor premio que un hombre puede recibir sobre la tierra!
José Martí
Madeleine Sautié Rodríguez
Aunque las páginas de Ismaelillo no se parezcan a otras páginas porque fueron escritas con sagrado amor paternal, no fueron esas las únicas que sobre la materia nos legó en su curso por la vida ese padre que fue el hombre de La Edad de Oro.
Es lógico: Pensar en Martí padre nos remite anafóricamente a su hijo, José Francisco, con quien pudo compartir apenas un escasísimo tiempo. Su visión austera con respecto al lugar que debía ocupar un hombre ante el cumplimiento del deber, en primer orden con su patria, lo conduce, siendo el niño muy pequeño aún, a España: le ha sobrevenido, en septiembre de 1879, el segundo destierro, por conspirar en La Habana contra la metrópoli española que mantenía colonizado a su país.
Carmen Zayas-Bazán, la esposa, ha regresado a vivir con su padre a Camagüey. Y aunque meses después se encontrará con su marido y el pequeño en Nueva York, esta felicidad no logra cuajar a pesar de que el esposo lo pretendiera. "Qué no haré yo por que tengan ella y mi pequeñuelo cuanto les sea necesario". Las vicisitudes del exilio reinan por ese tiempo, y Carmen parte con su hijo a cuestas a su casa, para poner al niño a salvo de la pobreza y al padre en penumbras ante el desarraigo que significa separarse de él. Martí no logra apartar de su pensamiento la imagen poderosa del hijo ausente.
No se conforma la esposa y en diciembre del 82 llega otra vez a Nueva York. El padre, feliz por la presencia de José Francisco, confía en una posible reconciliación, pero la relación ya sufre profundas grietas: intereses distintos, convicciones antagónicas, incomprensiones de ambos caracteres voluntariosos frustran la posibilidad de dicha duradera. En septiembre del 91 Carmen regresa nuevamente a vivir con su padre, el abogado Francisco Zayas-Bazán, fiel servidor de la metrópoli española.
Consciente de que la única dicha humana o la raíz de todas las dichas es la que puede hallarse en el hogar, prosigue con su pena y lleva sobre su hombro al niño que va sentado allí pero que solo él ve. Los ojos de su Ismaelillo "desde lejanas tierras le relampaguean". Y los relámpagos iluminan y languidecen.
El efervescente amor paternal que lo posee aparecerá explicitado categóricamente en la revista que funda en 1889 para los niños de América, La Edad de Oro, que se publicaría una vez al mes para conversar con las madres y los caballeros de mañana. En ese sitio, los niños, a los que concebía como "versos vivos", hallarían ante la duda propia de su edad a ese hombre que en cada número quiso, lo mismo que los padres, poner el mundo para ellos a más de su corazón.
Y como "los padres buenos que andan como el río Nilo cargados de hijos que no ven", alimentó Martí otros afluentes que gozarían el privilegio de desembocar en él y apropiarse de los beneficios del insaciable amor paternal que debe prodigar.
Un hijo espiritual le ha nacido en el rastro indetenible de su rumbo. El adolescente Gonzalo de Quesada y Aróstegui, quien le sirve por compartir los mismos ideales revolucionarios y estar dispuesto a iguales sacrificios, sabe ganarse su confianza al punto de convertirse después en su secretario. El joven, reconocido como su discípulo preferido, resulta ser el futuro albacea de sus obras, tarea que le había confiado en una de sus cartas-testamento. "Y si usted me hace, de puro hijo, toda esa labor cuando yo ande muerto, y le sobran los costos, lo que será maravilla, ¿qué hará con el sobrante? La mitad será para mi hijo Pepe—: la otra mitad para Carmita y María".
Definitivamente su José Francisco se ha ido. Largos años de distanciamiento atroz han zanjado la separación insalvable. Otro casi tan amado, Francisco también, quedará fundido para siempre en el Maestro, como Panchito Gómez Toro lo bautizó desde el mismo instante del encuentro. Los pinos nuevos deben fecundarse al calor de los viejos, cuya raza no ha muerto, y realizarán juntos, en 1884, un viaje proselitista por las emigraciones estadounidenses y caribeñas. En ese contexto termina de fraguarse la sugestiva personalidad de uno de los más grandes jóvenes de las luchas independentistas que en el sol y a la sombra de héroes como Antonio Maceo y Máximo Gómez resulta por sí mismo paradigma de revolucionario.
Martí le reconoce a Panchito singulares méritos: "Con la mano entumida pero con el corazón más lleno de lo que en mucho tiempo sintió" hablará de él. "Su bello corazón se indigna o se derrama. Hay genio en el niño. No gana amigos sólo con el alma andante de su padre que ahora es, sino por sí, por su reserva decorosa, por su simpatía con los humildes, por el ajuste en su edad casi increíble, del pensamiento sólido a las palabras, precisas y cargadas de sentido, con lo que expresa. Y a mí me llena el corazón, porque es como si me hubieran devuelto al hijo que he perdido".
Tan grande fue el influjo ejercido que llegó el joven a escribir con los mismos rasgos modernistas del poeta y hacía como él anotaciones en francés y dibujitos en los diarios. Por demás comenzó a vestir de negro, como lo hiciera el Apóstol, hasta que Cuba fuera libre. Así fue la identificación.
Los quince intensos años vividos en Nueva York a causa del exilio, cuyo cobijo encontró en el hogar de Carmen Miyares de Mantilla, ubican a los hijos de esta extraordinaria mujer en un sitial especialmente notable en su relación con Martí. Los niños, principalmente Carmita y María, pudieron contar con la educación del Maestro, desde sus más provechosas y disímiles formas. No faltó la instrucción general, el intercambio, la dedicación y la constancia. Les dio en su escasísimo tiempo clases de idioma, lecciones de traducción, de ética, de arte, de virtuosismo... Pero sobre todo tuvieron el privilegio de convivir con el ejemplo de un hombre intachable, que pudo recoger dulces frutos del agradecimiento y el amor que estos seres le profirieron siempre. La correspondencia sostenida con Carmita y María constituye la más certera referencia de ese parentesco incuestionable que por esa familia sintió.
Son interminables las alusiones a jóvenes y niños a los que alcanzó la bondad paternal martiana. Maxito y Clemencia, otros hijos de Gómez; las hijas de su querido amigo Manuel Mercado, que se deshacían en atenciones cuando las visitaba; su propia hermana Amelia, nueve años menor que él pero a quien le pudo ofrecer los más sabios consejos sobre el amor y el matrimonio.
Quién así amó, ¿cuánto más no habrá sentido por aquel hijo de sus entrañas que hacía ya tanto lo había espoleado con sus pequeños pies eternizados en el recuerdo?
Solo una carta ha quedado de las muchas que le escribió durante los duros años de ausencia, brevísima y tremendamente conmovedora, por la posibilidad real de su argumento. En ella le ha legado al hijo viril su leontina como único bien material si muere, pero con toda la intención del desafío. El abuelo paterno le había regalado al niño un reloj con el escudo español para que cada vez que lo mirara recordara su procedencia.
Ya se sabe que hay muchos modos de estar presente aun en la más evidente ausencia: Ismaelillo no traicionaría la fe que desde aquellas páginas memorables colocó en él su padre y, cuando supo que había caído peleando por su patria, partió hacia los campos de Cuba para ofrendar su virtud en aras del mejoramiento humano.

Vocación sindical y unitaria

Vocación sindical y unitaria

 

70 aniversario de la CTC

A mediados de la década del 30 y principios de la del 40 del pasado siglo, el movimiento obrero del antiguo central Francisco y sus colonias, se empeñó, a tono con la situación nacional,  en la organización del sindicato del sector.

En 1939, coincidiendo con la constitución de la Central de Trabajadores de Cuba, (CTC), fue creado el Comité Gestor, en su nómina aparece como integrante Amancio Florentino Rodríguez Herrero, quien ya en 1940, resulta elegido como secretario general de ese sindicato.

La presencia de  Amancio en la secretaría general del gremio hizo que los trabajadores se vieran ante nuevas, mejores y prometedoras perspectivas para su causa, mientras que la empresa imperialista vio menguadas sus libertades.

La gestión sindical de Amancio estuvo dirigida, fundamentalmente, hacia el logro de la unidad  de acción de la clase obrera y la organización de las estructuras de base. Bajo su prédica y conducción aparecen delegaciones  en colonias como Sitio Viejo, Charco Piedra, La Olema, San Alberto, La América, Ana Luisa, La Hortensia, Las Bolas, entre otras.

A partir de esa época y como consecuencia de la lucha sindical, la Compañía norteamericana se vio obligada a firmar cada año convenios de trabajo con el sindicato y a cubrir demandas como las tres  limpias a los cañaverales durante el tiempo muerto, la chapea de guardarrayas, el pago del sobretiro de la caña, los créditos en efectivo y libres de intereses y el respeto de los escalafones.

Estas conquistas obreras fueron paridas por la unidad y la acción combativa de la clase obrera, que junto a sus principales dirigentes, libró decenas de conflictos  judiciales contra la soberbia  Compañía; pleitos que no pudo ganar nunca con el cuerpo de abogados al servicio de la administración, en virtud de los alegatos no jurídicos sino huelguísticos empleados por Amancio  en su irrenunciable defensa de los explotados.

La organización de un verdadero sindicato, las conquistas y unidad proletarias y campesinas, y el prestigio y respeto de sus dirigentes, entre quienes sobresalía, por la pulcritud en su accionar,  Amancio Rodríguez Herrero, provocó que el odio visceral y las ambiciones imperiales fraguaran, el asesinato y la división como paradigmas de la opresión neocolonial.

Así a un año de la criminal muerte de Jesús Menéndez Larrondo, líder natural de los trabajadores azucareros, se hizo efectiva la condena de muerte de Amancio, en una maniobra orquestada por los dueños del ingenio y sus testaferros. Lázaro Peña, capitán de la clase obrera cubana, despidió el duelo del humilde hombre, señalando que el crimen no quedaría impune.

La acrisolada lucha de Amancio por las vindicaciones sindicales; su vocación y entrega a la causa proletaria lo llevaron a desempeñar  importantes  responsabilidades como máximo dirigente del Partido Comunista en el término municipal de Santa Cruz del Sur, Concejal en dos ocasiones, miembro de la Federación de Trabajadores de Camaguey y secretario agrario de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros.

 

 

 

 

 

Operación Verdad hace medio siglo

Operación Verdad hace medio siglo

Primera gran batalla contra la desinformación
Juan Marrero


Siendo aún una criatura, casi al nacer, la Revolución cubana debió librar su gran primera batalla contra la desinformación y la calumnia.

El pretexto utilizado fueron los juicios y condenas de los tribunales revolucionarios a los más notorios criminales de guerra de la dictadura de Batista, derrocada el Primero de Enero de 1959. Apenas se empezaron a cumplir las decisiones de los tribunales, fuera de Cuba se levantó el fantasma de que los barbudos de la Sierra Maestra estaban anegando el país en un "baño de sangre" al efectuar "ejecuciones en masa".

De Washington salieron las primeras voces de condena a la naciente Revolución. Wayne Hays, representante demócrata, dijo: "Le voy a preguntar al Departamento de Estado qué va a hacer para calmar a Castro antes de que despueble a Cuba...", y seguidamente planteaba algunas medidas, entre ellas, retener créditos a Cuba y suspender las importaciones de azúcar. Stanley Bridges, representante republicano, expresó: "Las noticias de La Habana son poco tranquilizadoras". Homer E. Capehart, senador por Indiana, era mucho más ácido en sus declaraciones: "La ola de muertes por los rebeldes enloquecidos por la venganza provoca náuseas a los ciudadanos decentes".

Periódicos de Estados Unidos, de Gran Bretaña y de otros países secundaban esa instrucción salida del Capitolio de Washington. Y, en sus editoriales, calificaron de "desconsoladoras las noticias procedentes de Cuba", como lo hizo el Herald Tribune, y de "espantoso capítulo" calificó los sucesos el Daily Sketch, de Londres.

Los asesinatos y actos de torturas de Batista y sus más fieles servidores se conocieron muy bien luego del triunfo de la Revolución. La censura impidió que antes se hicieran públicos. Del terror que hubo se han escrito decenas de miles de páginas en el último medio siglo.

La prensa tradicional cubana, no tocada en los albores de la Revolución, reproducía los insidiosos cables de AP y UPI y los reportajes de Life, Time y otras publicaciones. También contribuía a aumentar el fuego de la campaña mediática al publicar dramáticas fotos o transmitir en los noticieros de la TV el desarrollo de los juicios y los fusilamientos de los criminales de guerra, como los casos de Olayón y Cornelio Rojas. La prensa internacional utilizaba esas imágenes para intentar debilitar a la Revolución, presentarla como incivilizada, y a un país gobernado por una tribu de salvajes.

Llegó un momento en que los cables que se publicaban no mencionaban que los juicios eran contra notorios criminales de guerra, sino contra "batistianos" o contra "partidarios de Batista". Lo cierto es que a ningún funcionario administrativo de la dictadura se le juzgó por crímenes de guerra. Solo fueron juzgados y condenados algunos de los más notorios criminales de guerra que pudieron ser detenidos. Porque otros como Ventura, Carratalá, Masferrer, Ugalde Carrillo y Pilar García escaparon y se refugiaron en Estados Unidos, donde recibieron protección.

Nace Prensa Latina

La Revolución, aunque disponiendo de escasos medios, no se quedó a la defensiva. Aceptó el desafío. Fidel habló el 15 de enero en el Club Rotario de La Habana, y denunció la campaña mediática y los peligros que amenazaban a Cuba. "Nos defenderemos de la calumnia...No tenemos nada que ocultar... Vamos a llamar a la prensa internacional para que conozca la verdad..."

Tres días después, el Movimiento 26 de Julio, junto a un grupo de honestos y prestigiosos periodistas, comenzó a cursar invitaciones para realizar en La Habana la Operación Verdad.

En menos de 48 horas se organizó todo. Las embajadas de Cuba y la línea aérea Cubana de Aviación hicieron posible que casi 400 periodistas del continente aceptaran viajar a la Habana. Se hospedaron, en su mayoría, en las 240 habitaciones del hotel Havana Riviera, en Paseo y Malecón, donde también se crearon facilidades para la transmisión de las informaciones y el transporte de los periodistas. A su llegada a La Habana se entregó a cada periodista un portafolio con materiales y fotos sobre algunos de los asesinatos y torturas de la dictadura.

Periodistas de veinte importantes ciudades de Estados Unidos asistieron a la convocatoria, entre ellos Jules Dubois, del Chicago Tribune y ejecutivo de la SIP, y quien algún tiempo después pudo saberse que era coronel de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Invitados por el Gobierno Revolucionario participaron los legisladores norteamericanos Adam Clayton Powell, un negro de Harlem que había pedido la destitución del embajador de su país Earl T. Smith por haber sido "un hombre pro Batista", y Charles O. Porter, destacado líder del movimiento de derechos civiles y que exigía respeto para Cuba.

Representando a una revista de Caracas, donde entonces residía, estuvo un futuro premio Nobel de Literatura: el colombiano Gabriel García Márquez.

En esos días, algunos periodistas y escritores cubanos comentaron el tema de los fusilamientos en sus medios, entre ellos Guillermo Cabrera Infante, del diario Revolución, quien dejó un testimonio valioso antes de volverse intolerante al extremo de negar que su obra literaria se publicase en Cuba. El 16 de enero de1959, escribió: "¿Cómo es posible que haya que dar explicaciones del ajusticiamiento de una figura tan deleznable como Cornelio Rojas? Las explicaciones sobran, porque no son explicaciones lo que se busca. Cuando toda la población de Cuba vivía bajo el terror, cuando niños de quince años amanecían acribillados a balazos en las calles, cuando se castraba, sacaban ojos, se torturaba y apaleaba, ninguna de estas voces se alzó para condenarlo; ni siquiera se dieron por enterados estos nuevos humanitarios..."

Y, más adelante, este escritor, que murió en el 2005 en Londres, expuso: "Los fusilados son criminales connotados, sus crímenes han sido cantados por ellos mismos; un pueblo de siempre sentimental no ha movido un dedo para impedir que sigan los ajusticiamientos; hasta los familiares de los ajusticiados saben que se obra con espíritu de honradez. La preocupación de ciertos oscuros senadores americanos, el dolor del maltrecho corazón de Eisenhower, los editoriales de la prensa más amarilla del espectro periodístico están muy bien dirigidos. No son las ejecuciones lo que tratan de detener, sino la marcha segura y aplastante de la Revolución Cubana..."

La Operación Verdad tuvo dos momentos clave: una concentración popular el 21 de enero en la Avenida de las Misiones, frente al antiguo Palacio Presidencial, a la cual asistieron un millón de personas, y al día siguiente Fidel sostuvo un largo encuentro con los periodistas extranjeros y cubanos en el salón Copa Room del hotel Havana Riviera, donde el líder de la Revolución respondió las preguntas de los periodistas sobre los juicios y la realidad de Cuba

En sus palabras iniciales a los periodistas, Fidel señaló que nuestros pueblos estaban desinformados porque las agencias cablegráficas no eran latinoamericanas."Les digo que la prensa de América Latina debiera estar en posesión de medios que le permitan conocer la verdad y no ser víctimas de la mentira", y como un resultado concreto de la Operación Verdad pocos meses después nace en La Habana la agencia informativa latinoamericana Prensa Latina, organizada y dirigida por Jorge Ricardo Massetti. Otro de los periodistas presentes en la Operación Verdad, Gabriel García Márquez, también estaría entre los fundadores de esa agencia que este año también cumple cincuenta años de vida.

Vender lo que no pudo matar

Vender lo que no pudo matar

Ricardo Ronquillo Bello

Han pasado casi 40 años y aun no puede explicarse como su despreciable crimen no pudo matar a aquel hombre. Se ensaño con el cuerpo hasta cortarle las manos. Pretendía desaparecerlo  en el infinito de las selvas bolivianas y sus huellas en las nieblas de los tiempos. Pero este “muerto” testarudo no perece, renace…Y el criminal no sabe ni sabrá nunca como eliminarlo, borrarlo, deshacerlo.

 

La prueba de la impotencia de uno de los asesinos  de Ernesto Che Guevara para lograr cumplir la orden que le dieron sus amos yanquis la tuvimos por una noticia esta semana.

 

Ahora se dice que subastaran las huellas dactilares tomadas al cadáver, el mapa que utilizo para perseguirlo los telegramas intercambiados con el entonces presidente boliviano Rene Barrientos, los mensajes interceptados entre el Che y sus seguidores, y un mechón de su pelo.

 

El ex agente de la CIA no soporta su condición de criminal sepultado en el olvido, cuando quien debía estar hundido en la desmemoria es aquel a quien enterró a escondida en una pista recóndita en Valle Grande

 

No entiende la milagrosa reaparición de su asesinato desde el mismo instante en que fue lanzado en su fosa clandestina. .Mientras el ultimo día de Gustavo Villoldo sobre la tierra en que pretendió esconder su crimen se acerca, la imagen de aquel se le hace “fantasma” imborrable, aparición martirizante: lo mismo tatuaje, que santo, souvenir, efigie, boinas, estrellas, agitador de multitudes, guerrillero moderno…

 

Se deshace ahora de los “despojos” del Che porque no soporta nada que le recuerde la eterna y misteriosa existencia  de este sedicioso, rebelde, insurgente inatrapable

 

Porque no puede entender  como es que no muere ese guerrillero cobardemente ultimado, mutilado. Y le humilla que si alguien le menciona sea porque se recuerda a su victima. El destino le jugo una trampa: la infeliz evocación de su nombre depende de la gloria de aquel que pretendió borrar

 

No sabe por que aquel hombre con ojos y cuerpo de Cristo, que enseño como trofeo de guerra en Valle Grande, se transformo de cadáver perdido en icono.

 

Y, miserable al fin, como no pudo ni puede matarlo, despedazarlo, desaparecerlo, ahora pretende venderlo. ¿Será que sus amos le pagaron tan mal?

 

(Tomado de Juventud Rebelde)

 

Nuestro Che

Nuestro Che

 

“Hay hombres que hasta después de muertos dan luz de aurora”

José Martí

He oído hablar tantas cosas de ti, Che, que en tan poco tiempo no se pueden escribir. Recuerdo cuando por primera vez escuché decir que habías nacido en Argentina, el 14 de junio de 1928, que desde joven te habías destacado por tu carácter rebelde, arriesgado, audaz, por una sensibilidad humana extraordinaria y un deseo insaciable por saber, por conocer todo lo que te rodeara.

 

De cómo hecho un estudiante de Medicina te convertiste en “El Pelao”, inseparable amigo de Mial (Alberto Granados), que iniciaron un recorrido hábidos de conocimientos y contactos con las clases más pobres y necesitadas de tu gran América, de las adversidades, tropiezos y desventuras de la vieja motocicleta que en parte del recorrido te acompañó. De tus visitas y tratamientos en leprosorios, de los profundos sentimientos humanos que se albergaban en tus acciones.

 

Que en ese peregrinar te pones en contacto con la realidad cubana y te encuentras entre los primeros expedicionarios después de hablar con Fidel en México, en 1955. Cómo soportaste el viaje hacia la libertad a bordo del yate Granma, afectado en gran medida por esa asma caprichosa que jamás pudo dominar tu voluntad de acero.

 

De los primeros momentos de la llegada, de la sorpresa en Alegría de Pío, donde luego de ser herido trataste de buscar la mejor manera de morir, cómo supiste vencer la disyuntiva de soldado o médico.

 

En lo sucesivo todo sería ascensos en tu carrera de guerrillero, la reorganización de las fuerzas rebeldes, los nuevos combates, tus dotes de soldado, estratega y jefe. Siempre buscando las misiones y posiciones de más peligro. Así te ganaste los grados de comandante, así comenzaste a consagrar tu diario quehacer a la causa de la Revolución Cubana.

 

Algo que nunca podrá olvidarse es tu designación para reeditar la histórica invasión que Gómez y Maceo protagonizaron en la guerra para derrocar al colonialismo español. Desandaste llanos, ríos, montañas y ciénagas acompañado por el legendario comandante Camilo Cienfuegos. Cuántos hechos, cuánta estrategia, cuántas páginas de gloria escribiste en tu marcha triunfal sobre Las Villas y luego tu campaña en la zona. Allí te encontrabas cuando huyó el tirano Fulgencio Batista, y te dirigiste a poner la nota rebelde en la capital al tomar y reducir bajo tu mando la fortaleza de La cabaña.

 

En febrero de 1959, en reconocimiento a los servicios prestados a la patria, eres declarado ciudadano cubano por decisión del Consejo de Ministros, después tus responsabilidades al frente del Banco Nacional, más tarde Ministro, tu voz firme y convencida fue escuchada en otras latitudes, llevando el mensaje de amistad, colaboración y entendimiento de nuestra pujante Revolución.

 

Vienen a mi mente tus desvelos por la eficacia económica, la necesaria industrialización del país, la introducción del trabajo voluntario como fórmula para aguzar la conciencia o el empujón a la práctica masiva del ajedrez. Así de grande, así de pleno te fuiste convirtiendo en activo protagonista en la construcción del socialismo, dedicando tu vida por completo a la lucha por la independencia de tu verdadera patria: la humanidad.

 

Cuando viste consolidada y convertida en una realidad la causa por la que luchaste, otras tierras del mundo reclamaron el concurso de tus modestos esfuerzos, y allí fuiste a entregarte con la pasión, sólo posible en un revolucionario de tu talla. Enredadas montañas, praderas y peligrosos lagos africanos sintieron tus firmes pasos y el aliento de tu respiración solidaria. En las selvas sudamericanas el odio de los tiranos pensó que segando tu vida podía terminar con tu obra, nuestra obra, la obra de todos los oprimidos.

 

Cuánto simbolismo en aquel aciago octubre. Una humilde escuelita, hoy convertida por humanismo y revolucionaria solidaridad en una Posta Médica, fue la almohada y cobija de tu última mirada. La misma mirada que esparce esperanzas y luz a la ceguera de la ignorancia y el abandono. Que ironías tiene la vida. Uno de tus victimarios se benefició del Milagro al recobrar la visión de manos formadas e inspiradas en tu ejemplo.

 

Recuerdo la noticia de tu muerte y la lectura de tu carta de despedida realizada por Fidel, que siempre tan sabio encontró cómo llamarte: “artista”…

 

Pero tu ejemplo Guevara, no quedó sólo en Bolivia, donde un pueblo hoy se levanta de las miserias y destroza las injusticias enarbolando las banderas de la dignidad, la integración y la unidad. Tu legado se riega como bálsamo nutricio en las luchas que pretenden la vindicación de los pobres y desposeídos. Está presente en los que creen en la certidumbre del mejoramiento humano y en cualquier lugar que se luche contra el imperialismo.

 

Te has hecho acreedor de la veneración de que se hacen merecedores los mártires, los héroes, porque tu vida está cargada de hechos dignos, de acciones arriesgadas, futuristas y audaces, valientes y atrevidas, porque tu obra se desarrolla cada día más, porque en cada victoria o realización de la patria socialista vemos erguirse tu figura de guerrillero inmortal e inspirador de la Revolución Latinoamericana.

 

No te veo santo, muerto, inaccesible, sino real, vivo, posible, camarada, comandante. Cuántas cosas más quisiera escribir, de las oleadas de profesionales de la salud, que sin escatimar sacrificios y desafiando peligros, se empinan con batas blancas para regar el bienestar y reconfortar el espíritu a cualquier humano que lo necesite, de la impresión tan profunda que dejaste en tu pueblo, de la sensación de estremecimiento que se produce en mi cuerpo cuando escucho a los niños. Con sus pechos henchidos, llenos de amor y admiración, exclamar con satisfacción y confianza en el futuro ¡Seremos como el Che! Así te sembramos en nuestro diario quehacer, perpetuamos tu viva presencia, para tenerte como jamás tan vivo y nuestro.

 

 

Che vuelve a ganar otro combate

Che vuelve a ganar otro combate  

Lean bien este nombre: Mario Terán. Mañana nadie lo recordará, como ya le ocurrió hace cuatro décadas, cuando lo convirtieron en noticia. Pero ahora solo les pido que al menos por un instante graben bien este nombre en las memorias, para que nadie olvide y todos juzguemos.

El hijo de este señor se presentó en el periódico "El Deber", de Santa Cruz, en Bolivia, con el ruego de que publicaran una nota de agradecimiento a los médicos cubanos que habían devuelto la vista a su anciano padre, tras intervenirlo quirúrgicamente de cataratas, mediante la Operación Milagro, un verdadero milagro.

El padre de este boliviano agradecido es Mario Terán. A los que tenemos más edad, puede que el nombre nos suene a haberlo escuchado antes. Los jóvenes quizás jamás hayan oído hablar de él.

Mario Terán fue el suboficial que asesinó al Comandante Ernesto Che Guevara el 9 de octubre de 1967, en la escuelita de La Higuera.

Al recibir la orden de sus jefes, tuvo que acudir al alcohol para llenarse de valor y poder cumplirla. Él mismo narró después a la prensa que temblaba como una hoja ante aquel hombre a quien en aquel momento vio "grande, muy grande, enorme".

Che, herido y desarmado, sentado en el piso de tierra de la humilde escuelita, lo observó vacilante y temeroso, y tuvo todo el coraje que le faltaba a su asesino para abrirse la raída camisa verdeolivo, descubrirse el pecho y gritarle: "No tiembles más y dispara aquí, que vas a matar a un hombre¼ "

El suboficial Mario Terán, cumpliendo órdenes de los generales René Barrientos y Alfredo Ovando, de la Casa Blanca y de la CIA, disparó sin saber que las heridas mortales abrían huecos junto a aquel corazón para que continuara marcando la hora de los hornos.

Che ni siquiera cerró sus ojos después de muerto, para seguir acusando a su asesino.

Mario Terán, ahora, no tuvo que pagar un solo centavo por haber sido operado de cataratas por médicos cubanos en un hospital donado por Cuba e inaugurado por el presidente Evo Morales, en Santa Cruz.

Anciano ya, podrá volver a apreciar los colores del cielo y de la selva, disfrutar la sonrisa de sus nietos y presenciar partidos de fútbol. Pero seguramente jamás será capaz de ver la diferencia entre las ideas que lo llevaron a asesinar a un hombre a sangre fría y las de este hombre, que ordenaba a los médicos de su guerrilla que atendieran por igual a sus compañeros de armas que a los soldados enemigos heridos, como siempre lo hicieron en Bolivia, al igual que antes lo había hecho en las montañas de la Sierra Maestra, por órdenes estrictas del Comandante en Jefe Fidel Castro.

Recuerden bien este nombre: Mario Terán, un hombre educado en la idea de matar que vuelve a ver gracias a los médicos seguidores de las ideas de su víctima.

A cuatro décadas de que Mario Terán intentara con su crimen destruir un sueño y una idea, Che vuelve a ganar otro combate. Y continúa en campaña¼  

Tomado del periodico Granma

De miliciana a Joven Rebelde

De miliciana a Joven Rebelde

Estela García García, con paciencia de orfebre trata de atar cada tramo de sus viviencias juveniles y deja correr los recuerdos que la conducen hasta su incorporación a la Asociación de Jóvenes Rebeldes, AJR, organización creada por la naciente Revolución cubana en abril de 1962.
Esta amanciera de pura cepa evoca pasajes de su vida en la estructura juvenil y ve transitar en la lente de su existencia capítulos de la Campaña de Alfabetización, movilizaciones a la zafra azucarera y  la agricultura; aplicación de las primeras leyes revolucionarias,  las guardias para proteger  objetivos económicos y sociales y muchas tareas que acapararon su tiempo.
Sin embargo, luego de 45 años, no duerme el placentero sueño de la jubilación, laboró de 30 años  como fotógrafa en Amancio, antiguo Francisco, localidad cubana situada al sur de la oriental provincia de Las Tunas.
Recuerda con particular vehemencia las jornadas llenas de patriotismo y compromiso. Trae al presente a los compañeros desaparecidos y  con la satisfación del deber cumplido aconseja  a las actuales generaciones el estudio permenente y la defensa de las conquistas revolucionarias.
Por eso en este aniversario de la Unión de Jóvenes Comunistas, sucesora de la AJR, esta madura mujer, incorporada a la Cátedra del Adulto Mayor y presta a la colaboración oportuna, recuerda su ascendencia campesina, sus años como empleada doméstica y  miliciana y todos los maltratos de una sociedad donde el hombre era lobo del hombre.